Sonia Gámez | 22 junio 2020

Cuando empezamos a diseñar nuestro viaje por la Saguia el Hamra, no dudamos en ningún momento que Smara, la mítica ciudad de las arenas, debía formar parte de este primer recorrido histórico por el antiguo Sahara Español. Todavía hoy, las resonancias de su creación emergen del desierto como un verdadero espejismo y, alrededor de su historia, vamos a descubrir narraciones fascinantes que le atribuyeron cierto aire de misterio y sofisticación.

Grupo de viajeros en el zagüía de Ma el Ainin en Smara

Con nuestro grupo en Smara, durante el recorrido de esta interesante ruta histórica por la Saguia el Hamra. Estamos delante del santuario de Ma el Ainin, donde tuvimos un encuentro con uno de sus descendientes, también sheij de la antigua zagüía que construyó su abuelo. 

A la seducción que ha generado la enigmática Smara se une la carismática figura de su creador, el sheij Ma el Ainin, un personaje que ha servido a la historiografía marroquí para atribuirle a los sultanes la soberanía sobre el Sahara. A mi parecer, Smara continúa siendo un lugar muy especial que aún despierta un extraordinario interés, y no menos excitación, en aquellos que conocen su existencia por primera vez. Este indudable atractivo que ha perdurado en el tiempo y la atribución de ser una ciudad fantástica y mítica cerrada al mundo no musulmán, fueron motivos suficientes para seducir en el pasado a exploradores y soñadores que, incluso, arriesgaron su vida por constatar su existencia, como fue la dramática aventura de Michel Vieuchange en 1930.

Noticia sobre Smara en una revista de la época

La historia de Michel Vieuchange quedó reflejada en casi todas las revistas ilustradas de la época. En la fotografía, un reportaje de la «Revista Ahora», que narra las dificultades y penurias a las que se sometió el joven escritor con un buen número de imágenes de interés. La aventura de Michel Vieuchange, bien merece un post en Rutas Marruecas más adelante.

Camille Douls

En el último tercio del siglo XIX encontramos testimonios de exploradores que se aventuraron en adentrarse en el territorio sahariano, como fue el caso, entre muchos otros, de Camille Douls. En 1887, este francés exploró algunas zonas del Sahara, entre las que se incluyen la Saguia el Hamra, para describirlas desde el punto de vista geográfico y etnográfico. Douls fue cautivo de la tribus saharianas y, posteriormente, puesto en libertad por el sheij Ma el Ainin. Este aventurero se convirtió en el primer europeo en convivir durante un tiempo con las tribus nómadas. 

Antes de comenzar, debo decir que arrancar con esta publicación no ha sido nada fácil, Smara representa el eje común de multitud de relatos y, constantemente, me he debatido entre los distintos enfoques que podría darle a este post. Casi sin darme cuenta, la narrativa ha ido derivando hacia la figura de su fundador, relegando a un segundo plano el proceso creador de la ciudad sahariana. La historia de Smara entreteje un entramado de relaciones, hechos e interconexiones que configuran su imagen de ciudad santa y combativa, portadora incuestionable de una destacada carga simbólica. Sin embargo, la convicción de la importancia que tiene el contexto me llevó a centrarme en la persona de Ma el Ainin e intentar hacer un bosquejo del mundo que le tocó vivir. Supongo que conocer los precedentes históricos nos ayudará a entender mejor la fundación de Smara en el interior del desierto a finales del siglo XIX.

Encuentro con el nieto de Ma el Ainin

Interior del santuario de Ma el Ainin en Smara. Durante el encuentro pudimos escuchar algunas historias sobre la vida del sheij, ver algunos de sus escritos y hacer preguntas para aclarar nuestras dudas sobre ciertos aspectos de su famosa biblioteca.

Los orígenes de Ma el Ainin

El nombre de Smara siempre estará asociado al de su fundador, Mohammed Sid el Mustafa, interesante y carismático personaje mejor conocido por el apodo que, según la tradición familiar, le concedió su madre al nacer por ser el único hijo varón, Ma el Ainin, el «Agua de mis ojos». Otras fuentes afirman que fue su padre el que le atribuyó este apodo, que algunos autores han traducido como el «Agua de la fuente», fuente de sabiduría de la que todos deberían beber.

Ma el Ainin no nació en el territorio que ahora conocemos como Sahara Occidental. Su familia era nómada y, a pesar de vivir preferentemente en la zona del Níger y el Senegal, solían desplazarse más al norte, hasta Adrar Temar, Tiris, Sahel o Zemmur. Por lo tanto, era de origen mauritano, procedencia que, a veces, ha generado cierta confusión debido a la movilidad que sufrieron las fronteras con el colonialismo. Su familia tenía una reconocida influencia política y, sobre todo, religiosa, en la región por su origen jerifiano. Esta pertenecía a la tribu de los Ahel Taleb Mojtar, ascendencia que después sería rechazada por los descendientes de Ma el Ainin, para atribuirle una procedencia más prestigiosa que lo entroncaba con el mismo Mulay Idriss, cuya tumba se encuentra en Fez.

Mapa de Mauritania con la zona del Adrar

Mapa del territorio mauritano, donde podemos ver arriba a la derecha la región del Adrar, donde nació Ma el Ainin, al que también apodaron «el Chingueti», sobrenombre que hace referencia al lugar de su nacimiento y que también se indica en el mapa. Fuente: Galllica (Biblioteca Nacional de Francia).

El padre de Ma el Ainin, el sheij Mohammed Fadel, apodado «El Grande» por su reconocida sabiduría, completó su formación con diferentes maestros espirituales, cuyas prácticas místicas lo llevaron a crear una nueva rama de los Kadiria (tariqa sufí a la que pertenecía), conocida como «Fadelia» y a la que se unieron un gran número de discípulos que, posteriormente, difundieron sus enseñanzas. Mohamed Fadel fue, al igual que su hijo, un hombre carismático heredero del conocimiento de su padre, Mohamed Lamin. Según la historiografía, Fadel tuvo cien hijos y, de los cincuenta y dos varones, doce de ellos alcanzaron cierta relevancia, y solamente cinco fueron los elegidos para sucederle. Sin embargo, otras fuentes le atribuyen tan solo 30 hijos, una cantidad más admisible, supongo. Fue con su mujer Manna con quien tuvo, en 1830, al que sería el fundador de la ciudad santa del desierto. Mohammed Sid el Mustafa destacó entre sus hermanos por su carácter rebelde, su fuerte personalidad y por ser un hombre de acción que vivió en un territorio de escasos recursos naturales y alejado de las fuerzas colonizadoras que tanto rechazó.

Enterramiento de Mohamed Fadel

Exterior e interior del lugar donde está enterrado el sheij Mohamed Fadel, a 50 km de Nema. Se trata de un morabito o qubba, con su cementerio circundante, al que la población acude en peregrinación. El edificio fue construido en 1973, hasta ese momento había estado enterrado bajo una acumulación de piedras desde su muerte en 1869. Sin embargo, la familia y los discípulos de la tariqa creada por él sufragaron los gastos de este edificio, que tiene la intención de engrandecer la figura del sheij fundador de la Fadelia. Fotografía de M. Sanz Navarro.

Todo apunta a que Ma el Ainin fue un joven precoz, pues muy pronto desarrolló su vocación pedagógica ejerciendo como profesor en la madraza de su padre. Sin embargo, en esta primera etapa de juventud, parece que Ma el Ainin estuvo más interesado en la reflexión y la investigación, un aprendizaje que asentó las bases de su conocimiento y que, más tarde, le permitió escribir numerosos tratados que configuran una bibliografía interesante y de destacada trascendencia. Y esto es así porque la famosa biblioteca de Smara creada por Ma el Ainin, y su posterior destrucción, se ha convertido a lo largo de su historia en una cuestión de interés tratada por numerosos investigadores.

Ejemplares originales de Ma el Ainin. A la izquierda, una hoja del Corán de la que dicen fue escrita por el sheij; a la derecha, otro de sus manuscritos. Fotografías de John Shoup.

Continuando en el entorno familiar, cuando Ma el Ainin todavía vivía en casa de sus padres, contrajo matrimonio con una de sus primas, aunque no fue padre de un hijo varón hasta su cuarta esposa. Según las fuentes, aunque estas cifras varían de unos escritos a otros, Ma el Ainin tuvo 34 hijas y 33 hijos, un total de sesenta y siete descendientes de los que, según parece, le sobrevivieron cuarenta. Aunque estas cuestiones sean difíciles de entender en nuestra sociedad actual y distante, la endogamia de las sociedades estructuradas social y políticamente en tribus permitía el fortalecimiento y la consolidación del linaje. Por lo tanto, los vínculos matrimoniales que establecieron posteriormente los hijos de Ma el Ainin, continuaron y consolidaron la estirpe que su padre había iniciado. Algunos de los matrimonios de Ma el Ainin fuera del entorno familiar fueron con mujeres de otras tribus, una práctica común que facilitaba importantes alianzas entre familias.

Tribus nómadas en Tan Tan

Las tribus saharianas del sur son conocidas como los hombres de azul, ya que solían vestir con ropas tintadas de este color que, según las fuentes, despintaban y manchaban la piel de estos grupos. En la fotografía, tribus del Sahel en uno de nuestros viajes a Tan-Tan, una ciudad que también forma parte de nuestros recorridos históricos por el Sahara.

Muy pronto Ma el Ainin realizó su peregrinación a La Meca, un viaje iniciático que le permitió establecer el primer contacto con el norte y los principales centros del saber islámico. Aunque iba acompañado por un grupo de gentes del Adrar, Ma el Ainin se convirtió en el mentor de los hijos del sultán Mulay Abderraman, que también formaron parte de aquel peregrinaje. La historiografía ha dado distintas versiones sobre la primera vez que Ma el Ainin deja a su familia para dirigirse al norte y comienza su relación con la corte. Del mismo modo, las fechas de este viaje bailan según las fuentes: en 1854 o entre 1857-58.

A su vuelta de La Meca, con menos de treinta años y ya convertido en haj, Ma el Ainin llevó una vida nómada entre Argelia, Mauritania y la antigua provincia española del Sahara. Desde su llegada fue obsequiado con valiosos regalos por parte del sultán y miembros de la corte, unas donaciones que se convirtieron en una constante a lo largo de su vida, permitiéndole una importante acumulación de bienes y rebaños de camellos, cabras, incluso, vacas.

El aumento de su prestigio y la atribución de la baraka (poder otorgado por Dios), estaban en relación a su reconocida sabiduría y espiritualidad, pero también a la elaboración de numerosos escritos de cuestiones religiosas. Asimismo, escribió sobre poesía, medicina, gramática, flora, usos y costumbres, viajes, etc., lo que demuestra que Ma el Ainin era portador de unos conocimientos que justifican la popularidad que fue adquiriendo como jurista, teólogo o poeta. Además, con la atribución de la santidad y la capacidad de obrar milagros reforzó su carisma como sheij, dignidad que su padre le había concedido y que vino a reforzar su reciente posicionamiento a la cabeza de la tariqa Fadelia. Estas cualidades que le fueron otorgadas propiciaron que los ulemas de Fez lo nombraran kotb, polo de la religión. Todas estas atribuciones y reconocimientos facilitaron que, alrededor de 1860, Ma el Ainin fundara su propia tariqa o hermandad, una rama de la tariqa Fadelia, la Ainiya.

A la izquierda, el sultán de Marruecos Mulay Abderramán y su corte en una obra del pintor francés Eugène Delacroix. A la derecha, una fotografía de Ma el Ainin, que aún no me creo haber encontrado. Su imagen, a mi parecer, es bastante impactante, y se encuentra en una revista de la época «La Actualidad. Revista Mundial de Información Gráfica». El artículo está en relación a los sucesos de Casablanca de 1907, donde la figura de Ma el Ainin con sus seguidores se vio involucrada contra las acciones de Francia en Marruecos.

Como ya hemos visto, el modo de vida de Ma el Ainin fue el nomadismo, que solía alternar con sus visitas al sultán y los períodos de sedentarización. El reconocido prestigio de su familia, le había permitido moverse y ser aceptado por las tribus de la región. Fue a partir de 1864 cuando el sheij comenzó a obsesionarse con la idea de fundar un lugar en el Sahara que sirviera de centro comercial y religioso pero también cultural y político. El sitio debía ser preferiblemente entre Atar y Uad Nun, lugar estratégico y de paso de las caravanas. Al mismo tiempo que Ma el Ainin soñaba con la fundación de la ciudad sahariana, comenzó a buscar apoyos en el norte para hacer frente a la influencia francesa.

Entre 1865 y 1877, realizó varios recorridos por la Saguia el Hamra, donde edificó su primera zagüía en Dar Hamra, la «Casa Roja», en la que redactó una parte importante de sus escritos: tratados de teología mística, derecho, taumaturgia, de gramática, poesía, etc. Posteriormente, este importante patrimonio bibliográfico tendría cierta repercusión desde el punto de vista político pues, como han señalado algunas fuentes, a través de los escritos del sheij sabemos que las tribus del Sahara Occidental llegaron a cobrar tributos a las gentes del sur del Sus y a los caídes de las grandes ciudades marroquíes. Aquella primera zagüía se convirtió en un centro de estudios religiosos, donde Ma el Ainin permaneció un tiempo dedicado a la enseñanza de sus discípulos. Además, fue albergue para peregrinos y dispensario donde se aplicaba la medicina tradicional. Dar Hamra se levantó muy próxima al santuario de Sidi Ahmed Larosi y se convirtió en su primer intento de sedentarización y lugar donde nacieron algunos de sus hijos.

Nomadismo en el Sahara, donde los rebaños de camellos son indispensables para la subsistencia de estos grupos tribales.

En este nomadeo incesante que caracterizó la vida del sheij, nacieron dos de los descendientes de Ma el Ainin que tendrían una indudable relevancia en la historiografía marroquí. En 1877 nació Ahmed al Hiba, que debía ser proclamado heredero y Sultán Azul de Marruecos a la muerte de su padre. En 1880 llegó Emrabih Rebbu. Ambos, al igual que su padre y otros muchos de sus hermanos, desearon un Sahara libre de cristianos y colonizadores.

El ejército de Ahmed el Hiba, comandado por su hermano Emrabih Rebbu. Fotografía de Morad Daron.

Como algunos estudios han demostrado, el sheij Ma el Ainin consiguió pertenecer a una élite que formaba parte del sistema de gobierno establecido por los sultanes para controlar y hacer llegar su poder a todos los rincones de Marruecos. En este contexto, el control de la información y la lealtad de personajes notables era fundamental para sostener este sistema. Todo esto se traducía en una especie de acuerdo que legitimaba la pertenencia a una comunidad que admitía de antemano el poder divino del soberano. Y en este entramado de relaciones hay que entender los vínculos que el sheij Ma el Ainin estableció con los sultanes y la corte marroquí.

Noticias sobre Marruecos y los episodios más relevantes del proceso colonizador francés donde aparecen los descendientes de Ma el Ainin. Suplemento ilustrado de «Le Petit Journal». Gallica (Biblioteca Nacional de Francia).

Ma el Ainin y el sultán Mulay Hassan I (1873-1894)

La reputación de Ma el Ainin aumentaba con su madurez, a la vez que su relación con el sultán se asentaba sobre estables vínculos de intercambios que consistían, por parte del sultán en la entrega de todo tipo de obsequios y regalos al sheij y, a cambio, Ma el Ainin lo abastecía de esclavos y le facilitaba información sobre la situación en el sur. El sheij, además de comerciar con personas (una de sus facetas más oscuras y mundanas), se rodeó de sirvientes que también eran cautivos. Hablando sobre esto con mi amigo Josep Lluís Mateo Dieste, que está realizando un magnífico trabajo sobre la esclavitud en Marruecos, me recomienda para este post un documental de Dalila Ennadre muy interesante, que trata sobre Mé Aicha, una antigua esclava del sheij Ma el Ainin que nos ayuda a entender mejor el significado de la esclavitud en aquella época. Os lo recomiendo y podéis verlo aquí.

Varios fotogramas del documental «La caravanne de Mé Aïcha» de Dalila Ennadre, 2002.

La autoridad que había alcanzado Ma el Ainin sobre las tribus mauritanas era bien conocida por franceses y españoles. Esta influencia, principalmente religiosa, también provocaría cierto recelo en el sultán, que advertía el potencial peligro que representaba la ascendencia de Ma el Ainin. Sin embargo, esta desconfianza se disiparía muy pronto al descubrir la posibilidad de ejercer su poder a través del sheij en aquellas tierras lejanas del Sahara marroquí. Esta circunstancia fue la causa principal por la que todos los sultanes establecieron relaciones de amistad duraderas con el sheij Ma el Ainin, al que agasajaron con distinciones y nombramientos a lo largo de su vida. A cambio de permitir esta representación del poder del sultán en el sur, el sheij obtendría ayuda en sus futuros proyectos: la construcción de Smara, por un lado, y frenar el asentamiento de cristianos en el Sahara, por otro.

Fue con Mulay Hassan I (1873-1894) con quien Ma el Ainin alcanzó el mayor reconocimiento, al ser nombrado en 1879, jalifa del sultán en el sur. A partir de interesantes investigaciones, sabemos que ambos mantuvieron una correspondencia fluida, en la que el sheij Ma el Ainin informaba al sultán de los aspectos que más le interesaban: la actividad en la costa sahariana y los contactos y acciones con los cristianos. Como ejemplo podría servir el aviso que dio el sheij al sultán cuando llegaron los españoles a un territorio que los nativos llamaban Dahla-es-Saharia (actualmente Dakhla), lugar donde iniciaron las primeras construcciones y el inicio de la colonización española en el Sahara.

Grabado del sultán Mulay Hassan I con su séquito.

A pesar de los múltiples intentos y peticiones que hicieron al gobierno las sociedades y compañías comerciales, la presencia española en el Sahara no fue efectiva hasta que en 1884 se declaró zona del Protectorado la península de Río de Oro, la comprendida entre Cabo Bojador y Cabo Blanco. Aquellos primeros años en tierras saharianas no fueron nada fáciles, sobre todo, en el inicio de las conversaciones para definir las fronteras entre las zonas francesa y española. La defensa y la organización de aquel territorio se le encargó a Emilio Bonelli, militar, geógrafo y explorador, y una figura destacada en el africanismo español. Esta delimitación se convertiría en el detonante del levantamiento de las hostilidades de los saharauis contra los colonizadores, que tuvieron que resistir los ataques con escasas fuerzas y recursos. En aquel momento, el Estado no tenía capacidad para emprender una acción colonial en el Sahara, entonces, la osadía de personajes como Emilio Bonelli o Francisco Bens, y las acciones que llevaron a cabo en la zona, fueron decisivas para la ocupación del territorio. Ya los franceses habían conquistado la orilla derecha del río Senegal, por lo que iniciaron la ampliación de su influencia y la ocupación del territorio.

Francisco Bens con un grupo de saharauis. AGA.

A la izquierda, primer fuerte construido por España en Villa Cisneros (Dakhla) a finales del siglo XIX, quizá el más antiguo del Sahara Occidental. A la derecha, puesto español en Cabo Juby (Tarfaya), cuyo territorio fue tomado en 1916 por Francisco Bens.

En este contexto de pretensiones colonizadoras europeas, se produjo en 1886 la expedición científica (que también tenía fines políticos) formada por el comandante Julio Cervera, el geólogo Francisco Quiroga y el intérprete Felipe Rizzo, que estuvo patrocinada por la Sociedad Española de Geografía Comercial. Aquella iniciativa tuvo lugar en el marco de la Conferencia de Berlín, cuando las potencias europeas impulsaban tratados y documentos que justificaran el reparto de África. España pretendía reclamar una parte importante del desierto del Sahara, como corredor de paso entre las islas Canarias y sus posesiones en el Golfo de Guinea, pero también su interés estaba motivado por la riqueza pesquera y para anteponerse a Francia, que trataba de unir sus colonias de Argelia y Senegal.

El grupo comenzó la exploración desde Villa Cisneros (actual Dakhla) hacia el este, adentrándose en Mauritania para agasajar con regalos a Ahmed uld Mohamed uld el Aidda, líder de Adrar Temar y el jefe saharaui más respetado de la zona. En este momento, Ma el Ainin alentaría a las tribus nativas en contra de los que consideraba «infieles», en un intento de impedir la investigación y la ocupación. A pesar de los esfuerzos y las penurias sufridas por los expedicionarios, no se cumplieron las condiciones que imponía la Conferencia de Berlín para hacer valer dichos acuerdos en las negociaciones. Así describió Julio Cervera la expedición a su llegada a España:

Fue una peregrinación cuyo recuerdo aún me espanta. Hambre, sed, calor insufrible, persecución, amenazas, aguas cenagosas, carnes crudas de gacela, cansancio apenas repuesto con un sueño corto, intranquilo, sobre las arenas pobladas de insectos asquerosos, miseria, suciedad inevitable, enfermedades incómodas, propias del desierto, y sobre todo, una plaga de árabes exigentes, asquerosos, inaguantables (…).

Mapa original con el recorrido de la Expedición Cervera de la Sociedad Española de Geografía Comercial. 

Equipo expedicionario: sentados, Julio Cervera (sosteniendo un fusil) y Francisco Quiroga (con el martillo de geólogo); de pie, Felipe Rizzo (con salacot) y el Hach Abd-el-Kader en 1886 (La Ilustración Española y Americana, 1887).

Si atendemos a la literatura que relata las acciones de Ma el Ainin frente a los cristianos, descubrimos que no fueron homogéneas. A pesar del rechazo que sentía hacia los colonizadores, el sheij no impidió la firma de algunos pactos o acuerdos con los españoles. Como ejemplo, y según las fuentes, Ma el Ainin accedió a la liberación de los marineros del barco mercante Icod, capturados en 1892 cerca del cabo Bojador. Esta intervención de buena voluntad por parte del sheij sirvió para fortalecer su poder ante España y, sobre todo, salvaguardar su relación con el sultán Hassan I, al que le demuestra el destacado papel de interlocutor que el sheij había alcanzado en la zona.

Durante estos años finales del siglo XIX, Ma el Ainin mantenía informado al sultán de todos los movimientos de interés comercial que se estaban produciendo en la zona sur, como ocurrió con la llegada de Donald Mackenzie y su proyecto comercial en Cabo Juby. La correspondencia cruzada entre el sheij y el sultán, muestra una constante preocupación de Ma el Ainin por los intentos de apertura del comercio en la costa sahariana, pero también por la presencia de cristianos. En estas cartas, Ma el Ainin insiste en la política de obstaculización al comercio europeo y a la instalación de factorías, como la North West African Company. Sin embargo, esta postura no era compartida por algunas cabilas de la zona, que estaban realmente interesadas en recibir a comerciantes extranjeros que les abasteciesen de mercancías y, a su vez, se convirtiesen en compradores de productos locales.

Instalación de la North West African Company en Cabo Juby. Ilustración del libro The Khalifate of the West de Donald Mackenzie, publicado en 1911.

Cuando apareció Donald Mackenzie, un explorador británico que pretendía conseguir los derechos de navegación en el Sahara, desde Tarfaya (Cabo Juby) a Tombuctú, saltaron todas las alarmas de Ma el Ainin. El sueño de Makenzie, algo pretencioso y desorbitado, era crear un canal de navegación en medio del desierto, perforando en las arenas para extraer agua y crear una ruta navegable. En 1885, dos años antes de la creación de la North West African Company en Las Palmas de Gran Canaria, España había anunciado en la Conferencia de Berlín que el Sahara era un territorio que le pertenecía, afirmando que había conseguido algunos acuerdos con las tribus del desierto. Esto no fue impedimento para que la empresa de Mackenzie diera el salto a Tarfaya en 1888, donde construyó una fortaleza, a la que le asignó un código postal británico y que llamó «Port Victoria», hoy conocida como Casamar. A este establecimiento comenzaron a llegar caravanas cargadas con grandes cantidades de productos (pieles, lanas, plumas de avestruz o goma arábiga, que era muy apreciada en Europa…) que eran enviados por las tribus del interior. Desde que este proyecto comenzó a gestarse en 1874, Mackenzie tuvo que hacer frente a la vigilancia constante, al hostigamiento y a los ataques de algunas tribus, pero, también, a las tropas del sultán. Finalmente, y debido a numerosos factores, la idea de construir un canal navegable no se llevó a cabo y la North West African Company fue comprada en 1895 por el sultán Mulay Abdelaziz, recién llegado al trono tras la muerte de su padre en 1894. Dos años después, nombraría a Ma el Ainin, administrador de la que también se llamó «La casa de los ingleses».

Visita a Tarfaya (antigua Villa Bens). Un viaje con historia.

Los restos de la North West African Company en Tarfaya (Cabo Juby) en uno de nuestros viajes. Tarfaya, antigua Villa Bens, forma parte de nuestros recorridos históricos por el Antiguo Sahara Español, los restos de la antigua factoría de Donald Mackenzie y de las arquitecturas de época española hacen de esta visita un interesante paseo por el pasado.

Recordad que la próxima semana publicaremos la segunda parte de este post «Los días de Ma el Ainin, el sheij del desierto». Esta parte incluirá la relación de Ma el Ainin con los sucesivos sultanes y su inevitable deterioro ante el dominio de Francia. También conoceremos la resistencia del sheij a la imparable colonización francesa y, en medio de todo esto, la fundación de la mítica ciudad de las arenas, Smara.

La Saguia el Hamra a su paso por El Aaiún y próximo a su desembocadura.

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