El próximo mes de julio, se cumplirán cien años de uno de los acontecimientos más relevantes y dramáticos de la historia de España: la derrota del ejército español a manos de los rifeños en Annual.

Hace unos años, tuve el privilegio de comisariar una exposición sobre el general Picasso, que me permitió profundizar en las singularidades de las campañas militares en el Rif, en general, y en la derrota de Annual, en particular. Durante el proceso de creación (diseño expositivo e hilo argumental del recorrido) trabajé con un material documental interesantísimo, que me ayudó a comprender mejor ciertos aspectos de las campañas militares. También, tuve la oportunidad de conocer a fondo el arduo y exhaustivo trabajo recopilatorio que realizó el general Picasso para la redacción de su conocido informe sobre la debacle del 21. Esta exposición me condujo hasta la familia Picasso, con quienes tuve el placer de tratar directamente para la adquisición de antiguas e interesantes pertenencias de Juan Picasso durante su estancia en Melilla. La colaboración desinteresada de los descendientes del general, fue esencial para dar a conocer un fantástico material inédito.

A pesar del gran número de estudios y publicaciones sobre la historia de la Guerra del Rif y sus precedentes bélicos, existe, actualmente, un gran desconocimiento por parte de la población española de lo que aconteció en la costa norteafricana entre los años 1859 y 1927. Por este motivo, me gustaría iniciar, con este post de Rutas Marruecas, un viaje por la memoria a través de una serie de cuatro publicaciones, que ayude al lector a entender el contexto histórico en el que se desarrollaron las campañas militares de España en el norte de Marruecos (escenario de alguno de nuestros Circuitos históricos). Un conflicto que condujo al ejército español a uno de los mayores descalabros de su historia, el conocido como Desastre de Annual, que tuvo lugar el 22 de julio de 1921.

Con esta primera entrada de la serie, pretendo hacer un breve recorrido cronológico de las campañas militares que determinaron la ocupación del territorio rifeño a manos del ejército español. Con estas acciones, y tras la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico en 1898, España intentaría posicionarse de nuevo en el escenario internacional. En esa búsqueda por hacer resurgir la identidad y el orgullo nacional, España había puesto su mirada en África. Podemos decir, entonces, que la Guerra del Rif (1909-1927), como todas las guerras, se ha convertido en un elemento unido al desarrollo histórico de las identidades nacionales. Una guerra absurda e innecesaria que duró demasiado, y llevó a la muerte a miles de soldados españoles y rifeños.

La visión historiográfica y literaria de la Guerra de África

Recuperar la memoria histórica de las campañas militares de Marruecos no resulta tarea fácil, ya que la magnitud real de un acontecimiento pasado no suele corresponderse con el papel alcanzado en el imaginario colectivo.

A la visión historiográfica y literaria de la Guerra de África, le cuesta mucho abandonar el halo romántico que le fue asignado originariamente, a pesar de la continua aparición de interpretaciones poco idealizadas que permiten analizarla sin el entusiasmo generado en su momento. En otros conflictos posteriores, por ejemplo, el desastre del Barranco del Lobo, los episodios fueron magnificados por una serie de sucesos -como la Semana Trágica– que confluyen para que fuese considerado una de las mayores debacles del Ejército español. Sin embargo, en comparación con otros incidentes, podemos atestiguar que su relevancia fue mucho menor que el lugar que ocupa en los manuales de historia. En este sentido, la comparación entre las campañas militares de 1909 y 1911 también se muestra muy reveladora, pues sus analogías son considerables y, sin embargo, la segunda, la del Kert, cayó en el olvido.

Por otro lado, casi todos los sucesos acontecidos entre 1912 y 1920, encontraron serias dificultades para asentarse en la memoria colectiva española, y ello por diferentes cuestiones, entre otras, la rutina de los enfrentamientos, que llega a generar un agotamiento más que considerable en la población, o la falsa sensación de tranquilidad creada por la hábil censura.

Finalmente, habría que destacar la importancia que tuvieron durante las campañas militares aspectos como la propaganda y la censura, dos de los elementos más decisivos en la conformación de una determinada memoria contemporánea a los hechos, dotados de tal capacidad retórica que, a los ojos de la opinión pública, podían transformar un desastre en un episodio victorioso.

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Cromos coleccionables de los chocolates Jaime Boix
Cromos coleccionables de los chocolates Jaime Boix
Cromos coleccionables de los chocolates Jaime Boix
Cromos coleccionables de los chocolates Jaime Boix

Cromos coleccionables de los chocolates Jaime Boix (Hemeroteca Biblioteca Nacional).

1859-1860. La irrupción colonial

También conocida como  la «Guerra de África», es el comienzo de la intervención de España en los asuntos marroquíes. Será la única ofensiva llevada a cabo contra el Reino de Marruecos, pues se trata de un conflicto entre las tribus-Majzén, es decir, las sometidas a la autoridad del Sultán, y España. Una guerra que puede quedar enmarcada dentro del denominado «colonialismo de prestigio».

Las tropas españolas inician la ofensiva, derrotan a las ma­rroquíes en la batalla de Castillejos, toman Tetuán y vuelven a vencer en Uad Ras. No obstante, lejos de su memorable relato épico, la campaña fue durísima, condicionada por fuertes lluvias y una terrible epidemia de cólera que ocasionó enormes estragos. Además, las desfavorables condiciones en las que se desarrollaron las operaciones militares, la acumulación y hacinamiento de las tropas, y las insuficientes condiciones sanitarias, causaron un volumen considerable de muertes por enfermedad, tantas que duplicaron la cifra de los muertos en combate.

La batalla de Tetuán, obra de Mariano Fortuny, 1862-64

La batalla de Tetuán, obra de Mariano Fortuny, 1862-64 (Museo Nacional de Arte de Cataluña).  

1893-1894. Ampliación de los límites de Melilla

Tras unos años de calma, transcurridos entre 1860 y 1893, la situación en Marruecos comienza a crisparse hasta culminar con la llamada «Guerra de Margallo». La nueva delimitación territorial de Melilla, acordada en el Tratado de Uad Ras de 1860, no había sido resuelta debido a los aplazamientos por parte marroquí y a la disconformidad de las cabilas fronterizas que esperaban una compensación por los terrenos que consideraban de su propiedad. Esta dilación por parte de Marruecos llevó al gobernador militar de Melilla, el general Margallo, a replantear los límites exteriores y, en pos de la consecución de este objetivo, a construir hitos y fortificaciones, acciones que habían sido dictadas por el Gobierno a finales del verano de 1893.

El 31 de marzo de 1894, la campaña se da por terminada con la firma del Tratado de Marrakech.

Publicación de la revista «La Ilustración Española y Americana» del 15 de octubre de 1893. En esta aparecen el santuario de Sidi Guriax y la construcción del fuerte, que fue el detonante de la campaña militar de 1893, también denominada «Guerra de Margallo» «Primera Guerra del Rif». Hemeroteca de la Biblioteca Nacional. 

1909-1912: Primeras resistencias a la ocupación del territorio

En 1909 se abre una nueva posibilidad de intervenir en Marruecos. Once años después de la pérdida, en 1898, de las últimas posesiones americanas, España trata de construir un nuevo ámbito colonial a través de una política exterior ofensiva. Entonces, Marruecos se convierte para España, igual que para Francia, en un objetivo estratégico.

Los antecedentes inmediatos de la también llamada «Guerra de Melilla», hay que buscarlos en la situación que vivía el Imperio jerifiano desde antes de la Conferencia de Algeciras de 1906, agravada por la aparición del Rogui Bu Hamara. Se trata de un autoproclamado pretendiente al trono del Sultán, que se beneficiaba a costa de negociar con los europeos y de intimidar a los rifeños. Adquirió tanto poder que, incluso, los españoles negociaron con él, y no con el Sultán, algunas concesiones mineras, lo que a largo plazo acarreó problemas, sobre todo, cuando dio comienzo la construcción de las vías de ferrocarril desde Melilla a las minas de Beni Bu Ifrur, bajo la creciente oposición de los rifeños de la zona. El aspecto más decisivo de la rebelión del Rogui, fue que llevó al sultán Abd el Aziz a recurrir a la ayuda europea, favoreciendo una penetración que acabó en ocupación.

Una vez finalizada la campaña de 1909, las tropas españolas se emplean en la consolidación de las posiciones ocupadas en la margen derecha del río Kert, en el transcurso de unas operaciones que amplian notablemente el área de influencia española en el Rif (hasta los límites marcados por el Kert) y aseguran el control sobre las minas de Beni Bu Ifrur.

La campaña, una vez más, parte de un hecho de dudosa legitimidad: la agresión a una comisión de geógrafos que realizaba trabajos planimétricos protegida por dos compañías del Regimiento de África. Estas fueron hostigadas, debiendo replegarse el 24 de agosto de 1911, lo que provocó la posterior reacción española considerada el detonante de la «Campaña del Kert», que se prolongó durante diez meses.

Campamento en el monte Gurugú
Batería en Ishafen, 1915

A la izquierda, campamento en el monte Gurugú, 1909. A la derecha, batería en Ishafen, 1915. Colección fotográfica del Archivo General de Melilla. 

1921-1927. De Annual a Bab Tazza: los trágicos siete años de la última campaña militar de España en el Protectorado

Desde 1912, el sometimiento y el control de todo el territorio del Protectorado se había convertido en el objetivo prioritario de los políticos y militares españoles; pero, aún con el empuje de las armas, el apoyo de la oligarquía financiera, y el respaldo de las cancillerías europeas, conseguir este cometido no sería una tarea nada fácil. Los continuos avances del Ejército expedicionario español por el Rif habían fijado la diana de su destino en la estratégica bahía de Alhucemas, el crisol desde donde actuaban las tribus más combativas, en especial la de Ait Urriaguel, la cabila de Abd el-Krim.

A partir de 1919, el Ejército adopta nuevas estrategias para vencer la resistencia de las cabilas más reacias a la penetración colonial y, así, finalizar la ocupación efectiva del territorio. Sin embargo, el rechazo de los rifeños hacia los españoles se había afianzado, no solo por la ocupación militar sino también por la devastación de sus cultivos, la crueldad de algunos oficiales hacia la población y el constante abuso de las mujeres rifeñas por parte de las tropas.

En 1920, el general Fernández Silvestre, un militar en la esfera de Alfonso XIII, toma posesión de la Comandancia General de Melilla. Dámaso Berenguer, amigo de Silvestre y con escasa capacidad de mando, ocupaba en aquel momento en Tetuán el puesto de Alto Comisario. El general Silvestre, apoyado por el Gobierno, desarrolla un plan de aislamiento de la cabila de Ait Urriaguel, en el corazón del Rif, con la intención de llegar cuanto antes hasta Alhucemas.

Arco de triunfo levantado al inicio de la Avenida con motivo del recibimiento al general Manuel Fernández Silvestre

Arco de triunfo levantado al inicio de la Avenida con motivo del recibimiento al general Manuel Fernández Silvestre, nombrado nuevo comandante general de Melilla, el 14 de febrero de 1920. Colección fotográfica del Archivo General de Melilla. 

Silvestre, confiado, había emprendido un rápido avance por el Rif central, apoyado en tropas integradas en su mayoría por reclutas forzosos, poco entrenados, mal armados y con mucho miedo a las escurridizas fuerzas rifeñas. A principios de 1921, los militares españoles se plantan ante las puertas de las cabilas más combativas de la región. El 1 de junio, a pesar de las advertencias recibidas, Silvestre ocupa Abarrán, una posición que, poco más de un mes después, el 17 de julio, queda cercada por los rifeños. Con la caída del monte Abarrán se precipita la retirada de Annual, que se convierte en una desbandada, e inicia el hundimiento del sistema de posiciones y enclaves militares de la Comandancia General de Melilla, mientras Silvestre muere en circunstancias desconocidas, aunque, probablemente, se suicidó. En su lugar, se nombra comandante en jefe al general Navarro. El 22 de julio, la derrota del Ejército español frente a los combatientes rifeños se conoció en España como el «Desastre de Annual». Al mando de Abd el-Krim, el líder de las tropas rifeñas, se produce la aniquilación del Ejército.

Desde este momento crucial, todavía tendrán que pasar siete años hasta que, en 1927, se dictamine la «pacificación» del territorio asignado a España en 1912. Para entonces, había transcurrido un cuarto de siglo desde la instauración del Protectorado de España en Marruecos y quedaban, aunque entonces nadie pudiera preverlo, casi tres décadas para la independencia de Marruecos en 1956.

En este contexto, la línea cronológica de la última, y más dramática, de las campañas militares de España en Marruecos, marca su abrupto inicio con el denominado «Desastre de Annual», que conmocionó a España y supuso la difusión mundial de la figura de Abd el-Krim, el líder de la resistencia rifeña, considerado despectivamente por muchos españoles como el hijo de un sastrecillo de chilabas.

El general Miguel Primo de Rivera y otros militares en el puerto de Melilla, 1919. Colección fotográfica del Archivo General de Melilla.