La danza del trance en el Mussem de los Aisauas
Sonia Gámez | 19 mayo 2019
Un trabajo de investigación me llevó hasta los Aisauas, durante cinco años he estado presente en sus rituales, formado parte de sus danzas en los mussem(s), compartido su mesa en no sé cuántas ocasiones. Hicimos la peregrinación juntos a Mequinez, donde compartimos una increíble experiencia conviviendo en una casita en la ciudad santa de Moulay Idriss. Desde el principio, ellos me aceptaron y me involucraron en sus encuentros más íntimos, haciéndome receptora de sus bendiciones en no pocas ocasiones. Este privilegio que me han brindado los Aisauas de Karmut me permite ahora hacer una sucinta descripción de su gran festividad anual, una de las más populares entre los marroquíes y de las menos conocidas fuera de Marruecos.
Antes de empezar quisiera contextualizar, porque entender el significado del mussem, profundamente arraigado en la sociedad marroquí, es quizá algo complicado. Es un fenómeno religioso que alcanza cierta complejidad al desarrollarse simultáneamente en distintos contextos: sagrado y profano, recreativo y meditativo, rural y urbano, donde lo político y lo espiritual convergen en un mismo espacio. El mussem no distingue entre géneros ni clases sociales y refuerza los vínculos entre sus seguidores, esto lo convierte en un importante elemento de cohesión social, un lugar de encuentro ocupado por el colectivo y protegido por la santidad. Su origen está vinculado al calendario agrícola, también a las prácticas morabíticas y a la tradición de los zocos, por lo tanto, podríamos definirlos como festivales estacionales místico-religiosos que se celebran alrededor de la tumba de un santo. Por otro lado, el mussem no forma parte del calendario festivo oficial islámico, ya que el islam rechaza la noción de santidad. En este contexto, tampoco podemos hablar de «peregrinación» para referirnos a estas romerías multitudinarias a la tumba de un santo, ya que es un concepto que solo debe ser utilizado para referenciar el peregrinaje a La Meca (por una cuestión práctica y de entendimiento yo lo utilizaré en repetidas ocasiones en este post). El término más adecuado para describir el desplazamiento ocasional al santuario es al-ziyâra o ziara, que significa visita, una cita con el santo que está justificada por la búsqueda de la baraka y la solicitud de intercesión con dios. Ziara es un concepto que tiene una fuerte connotación simbólica, en él están implícitas acciones de purificación, sacrificios, ofrendas, etc., y tiene como objetivo el acercamiento a la divinidad a través del santo. Esta necesidad de acercamiento con lo divino manifiesta, en muchas ocasiones, a pesar de su carácter sagrado, aspectos recreativos y turísticos que han generado a lo largo de la historia una red de peregrinaciones anuales o mussem que ponen de manifiesto la complejidad de la religiosidad magrebí.
En Marruecos, cientos de mussem(s) se celebran cada año pero solo unos pocos han alcanzado popularidad más allá de sus fronteras. Son muy escasos los mussem(s) que se promocionan desde el gobierno marroquí o desde las oficinas de turismo oficiales, solo siete u ocho de casi mil forman parte de los planes de la Administración para la promoción turística. El Mussem de los Aisauas de Mequinez, siendo uno de los más populares y aclamados entre la población marroquí, no está entre los elegidos, igual que muchos otros, como por ejemplo, el de los hamadchas en Sidi Ali Ben Hamduch. El Estado intenta controlar la imagen que desde estos mussem(s) se transmite a los extranjeros, se produce un fenómeno de vergüenza por parte de las autoridades debido a los efectos que estos rituales extáticos puedan causar fuera del país. Y como es imposible prohibir estas celebraciones, porque son practicadas por una gran cantidad de marroquíes y son el reflejo de una religiosidad mística muy arraigada en Marruecos, el gobierno controla el desarrollo de la festividad institucionalizando algunos rituales y prohibiendo otros.
Diferentes momentos compartidos con los aisauas y mis compañeros durante la celebración de los mussem(s) en Mequinez. Fotografías de Alejandro Moreno.
Los aisauas celebran su mussem cada año coincidiendo con el Mawlid, que festeja el nacimiento del profeta Mohammed, una festividad bastante controvertida en el islam ya que es rechazada por algunos sectores (teólogos y juristas). Sin embargo, es generalmente aceptada como una de las innovaciones de la religión islámica y algunas tariqas sufíes conmemoran su mussem este día. Entonces, los caminos de Marruecos se llenan de caravanas colmadas de excéntricos peregrinos que inician su recorrido para reencontrarse con la santidad, un referente que yace en la ciudad de Mequinez, por el que entonan innumerables cantos y sollozos, al que aman y rememoran. Es el maestro Sidi Mohammed Ben Aïsa, el santo patrón de los aisauas.
Como muchas otras, la tariqa de los aisauas fue fundada a finales del siglo XV por Sidi Mohammed Ben Aïsa, al que apodaron sheij Al-Kamil, el «maestro perfecto». Los textos hagiográficos han contribuido a descubrir a un personaje enigmático, al que otorgaron cualidades extraordinarias por aquella perfección atribuida a su persona. El «maestro perfecto» fue un místico, protector de los más débiles, que utilizó su poder y produjo milagros pero, además, fue un erudito de vida sencilla y comedida, un asceta islámico. Sus orígenes son hipotéticos y varias versiones plantean su verdadera procedencia. En la actualidad, según algunos estudiosos, se le adjudica a la tribu de los Mokhtar de Rarb, cuyos miembros se enorgullecen de tal privilegio. La iniciación mística de Al-Kamil fue de la mano de la tariqa Jazuliyya, en la que tres maestros lo condujeron por la vía espiritual del sufismo. Creó su propia escuela, la misma que hoy llora su muerte y rememora su nombre con canciones y alabanzas. Desde esta zagüía (zawiya) forjó una fuerte relación con sus seguidores que, bendecidos por él, fueron incorporándose a la cadena de sucesión viviente.
Una de las curiosidades del mussem de los aisauas es que mujeres y hombres comparten el mismo espacio ritual, algo casi imposible de ver en las sociedades musulmanas. Fotografías de Alejandro Moreno.
Con la muerte de Sidi Mohamed Ben Aïsa uno de sus discípulos se puso a la cabeza de la tariqa, pero los descendientes biológicos del maestro pronto tomaron el control de la sucesión y la gestión de su legado. En el sufismo no es obligado ni habitual la sucesión por la vía genealógica pero, en este sentido, los descendientes de Al-Kamil se convirtieron en los gestores de un capital simbólico generado por el prestigio y la autoridad del santo fundador. Sidi Mohammed dejó un importante legado espiritual, compuesto por diferentes tipos de oraciones propias del sufismo sunita magrebí, incluido un testamento para sus discípulos, un texto apócrifo expuesto en su mausoleo en Mequinez. Con la muerte de Al-Kamil la cofradía inició un complejo proceso de transformación, posiblemente causado por la ausencia de autoridad pero, también, por otros muchos factores que ahora no conviene analizar aquí. En este proceso transformador, la cofradía fue incorporando nuevos elementos como la música y la hadra (la danza ritual colectiva). El espectáculo adquiere un papel importante en el ritual de los aisauas y los danzantes ocupan al espacio público para exhibir las habilidades asociadas a la posesión de la baraka. En sus manifestaciones integraron un rito de sacrificio en el que comían crudo algún animal, se exhibían públicamente caminando sobre cristales o cortando sus cuerpos. Esto generó la diversificación de la cofradía en numerosos y heterogéneos grupos y, así, los aisauas se fueron dispersando para asentarse en Argelia, Túnez o Libia, pero también en Egipto, Siria o Irak.
Arriba, perfil de la medina de Mequinez. Abajo a la izquierda, mausoleo del sheij Al-Kamil. Fotografías de Alejandro Moreno.
En muchos lugares de Marruecos, los aisauas comienzan sus celebraciones con un gran encuentro nocturno los días previos al Mawlid, lo que les permite después peregrinar a Mequinez y estar presentes el día que comienza el mussem. Cientos de personas se congregan en el interior de las zawiyas aisauas de todo el país. Entre cantos espirituales y letanías místicas dedicados al sheij Al-Kamil surge la recitación del dhikr, la repetición de los nombres de Alá, mientras la danza colectiva no cesa en toda la noche. La hadra sitúa a los aisauas en un gran círculo alrededor del moqaddem o la persona que actúa de polo. La danza consiste en un balanceo del torso hacia delante y hacia atrás, acompasado por los pies que se elevan alternadamente con pequeños saltos, siempre cogidos de las manos. Este imprescindible enlace canaliza las energías y la ascensión espiritual de los aisauas, un estado que adquiere intensidad y fuerza con la aceleración de los ritmos de sus flautas y panderos. Los aisauas son buenos músicos y utilizan flautas y gaitas en sus rituales. La percusión también es importante, y todo fluye ante la persistencia sonora de una música hipnótica que ayuda a la pérdida de conciencia y al descubrimiento de la más íntima espiritualidad mística.
Celebración del mussem en Karmut (Monte Gurugú).
Fotografías de Alejandro Moreno.
Durante el mussem la ciudad de Mequinez se transforma y paraliza. Se produce una importante animación urbana, sobre todo alrededor del mausoleo del sheij Al-Kamil, consecuencia de la llegada de miles de peregrinos, pero también de curiosos y turistas. Cientos de personas procedentes de las distintas regiones o cabilas marroquíes acampan junto al mausoleo del santo fundador los días previos al mussem. Un gran número de estos peregrinos suelen ser miembros de la tribu de los Mokhtar de Rarb, que guardan un fuerte vínculo con la figura del santo. En el interior de las jaimas, familias completas conviven durante varios días, llegan en camiones o furgonetas portando todo tipo de enseres para cocinar y pernoctar. Bajo las carpas y alrededor de un té se reúnen para cantar y llorar al sheij Al-Kamil, los rezos se suceden y las bendiciones circulan entre los presentes. La entrega de limosna te convierte en receptor de la baraka, es entonces cuando se produce este continuo intercambio entre los asistentes: ofrecer para recibir la buena suerte. El campamento es un espacio dinámico en el que los aisauas no dejan de festejar con su música y danzas rituales. En los alrededores se instala una feria y un amplio zoco lleno de tenderetes de colores donde se vende todo tipo de productos. Los anafes humean sin cesar y el olor a especias inunda todo el recinto. Los curiosos merodean por la zona atraídos por las gaitas, unas miradas discretas que se cuelan entre las rendijas de las carpas en busca de los danzantes en trance.
Campamento de peregrinos junto al mausoleo.
Fotografías de Alejandro Moreno.
El camino que discurre entre el campamento y el mausoleo está salpicado de exhibiciones públicas de todo tipo y los curiosos se agolpan para no perderse el espectáculo. Grupos de gnauas bailan al ritmo de sus castañuelas, los encantadores de serpientes interactúan con el público, bebedores de agua hirviendo exhibiendo sus poderes, los cuentacuentos y otras muchas demostraciones toman las calles de Mequinez durante el mussem.
Al mausoleo llegan visitantes de diferentes países, lo que evidencia la trascendencia de la hermandad más allá de las fronteras magrebíes. Se genera una importante aglomeración de personas que obliga a los servicios municipales a establecer un despliegue policial con grandes medidas de seguridad. Los gestores del mausoleo (según ellos descendientes biológicos del sheij Al-Kamil) permiten el alojamiento en sus instalaciones a un gran número de asistentes de todo el mundo. Cuando el volumen de visitantes supera la capacidad del mausoleo, se habilitan otros espacios como el santuario de Sidi Said, el que fue uno de los primeros discípulos del santo fundador. Son días de mucha tensión, sobre todo, para los gestores del santuario, que tienen que hacer frente a la multitud peregrina pero también a turistas que se desplazan a conocer el mussem. Actualmente, si no eres musulmán no te dejan acceder al interior del mausoleo, aunque siempre puedes disimular entre la multitud y entrar discretamente sin llamar la atención.
Fotografías de Alejandro Moreno y Rafa Ruiz.
En la ciudad de Mequinez, el día del Mawlid es el primer día oficial del mussem. Los gestores del mausoleo de Al-Kamil, supongo que en coordinación con el gobierno de la ciudad y las autoridades, son los que determinan cómo debe desarrollarse la festividad durante los tres días que duran las celebraciones.
El primer día del mussem se reserva para los peregrinos instalados en el campamento y que proceden de distintas tribus o taifas marroquíes. Al ser muy numerosos la organización ha determinado que sean los primeros en realizar sus rituales y, posteriormente, abandonen la ciudad. En estos grupos hay una fuerte representación de los Mokhtar de Rarb, tribu vinculada al santo patrón y que tienen prácticas diferenciadoras de otras taifas.
Lo más interesante de este día sucede a primera hora de la mañana, cuando cientos de seguidores de la cofradía se posicionan rápidamente frente al santuario para ser los primeros en acceder al interior del mausoleo entre invocaciones a dios y danzas rituales. Cuando un responsable del santuario da la señal de acceso, se inicia una carrera desenfrenada para cruzar la explanada que los separa del mausoleo. En este trayecto los miembros de las distintas tribus pueden estar en trance y simular ser animales. Habitualmente, si no ha sido prohibido expresamente por las autoridades ese año, antes de que inicien la carrera practican el ritual de la frissa, que consiste en sacrificar un animal para comérselo crudo, de ahí que veamos a personas manchadas de sangre durante la estampida. En este sacrificio, los discípulos simulan ser leones/as, camellos o lobos que, como poseídos, gritan y se pelean entre ellos mientras se dirigen a la zawiya. Este es el momento más conmovedor para el público, ya que el ritual se convierte en un verdadero espectáculo. Los músicos avanzan hacia el interior del santuario detrás de los simuladores de animales, y todos ellos van seguidos de una aglomeración de discípulos recitando el nombre de dios. El grupo suele llevar animales para ser sacrificados en el interior del mausoleo. Después del sacrificio permanecerán un momento junto a la tumba del santo fundador y después abandonan el lugar para dejar paso a otras taifas aisauas, una actividad que no cesa en toda la mañana. Cientos de observadores curiosos están presentes detrás de las vallas de seguridad, es posible que muchos hayan sido advertidos del peligro de ser atacados por los danzantes en trance al vestir colores como el negro o el rojo, colores nada recomendables durante estos rituales. Yo misma fui atacada por una señora en trance, intentó morderme durante el paso de la procesión cuando yo me acerqué demasiado a las barreras de protección. Al final de la tarde, estos peregrinos abandonan la ciudad y vacían el campamento por completo. Cada grupo acarrea sus fardos y cargan sus camionetas para tomar rumbo a sus hogares, con la satisfacción de haber recibido la baraka del santo y expulsado a los genios malignos que los poseen.
Mujer desvanecida después de realizar su danza ritual o jedba. Fotografía de Alejandro Moreno.
Observadores curiosos alrededor de los simuladores de animales durante el ritual. Fotografía de Rafa Ruiz.
El segundo día se reserva a los grupos aisauas de las grandes ciudades de Marruecos como Mequinez, Fez, Marrakech, Tánger o Tetuán. Es un día en el que el santuario permanece abierto para recibir a los que buscan la baraka del santo. Al atardecer, los aisauas se preparan para una lila (ritual nocturno) que se inicia en casas particulares de familias que obsequian con ofrendas al mausoleo. Cuando llega el momento de la danza colectiva, salen de las casas para hacer un recorrido por las calles de la medina de Mequinez hasta el santuario en una procesión colorida y musical que dura varias horas. Con los aisauas caminan los animales que serán sacrificados en el mausoleo, bueyes o vacas. Todo este tiempo el santuario ha permanecido cerrado a la espera de la llegada de la procesión. Mientras tanto, los danzantes realizan sus bailes en un semicírculo junto a los miembros de las familias donantes, momento en el que el público aclama y aplaude a los aisauas. Algunas mujeres realizan su baile de atracción o jedba, soltándose el pelo y balanceando sus cabezas con un ritmo que se acelera con la música hasta caer rendidas al suelo. Finalmente, se reanuda la marcha hacia el interior del santuario de Al-Kamil donde se hace entrega de las ofrendas en regalos y en metálico, también los animales serán sacrificados, después todos abandonan el lugar para continuar el ritual por las calles de Mequinez casi toda la noche.
Arriba, cabalgata por la medina de Mequinez encabezada por miembros de las familias donantes. Abajo, mujer realizando la danza de atracción o jedba. Fotografías de Alejandro Moreno.
El tercer día está reservado para la visita del Palacio Real, que cierra el mussem portando regalos en ofrendas (suele ser varios toros) para el santuario, y una donación económica en nombre del rey. Las procesiones y los actos programados para este día son más institucionales, realizados con formalidad y protocolo, a los que asisten altos funcionarios y personalidades de la ciudad con sus familias. La procesión, iniciada con un acto simbólico a las puertas del palacio real de Mequinez, avanza lentamente para posicionarse en las explanadas del mausoleo, donde comienza una marcha lenta, con los toros donados a la cabeza, hasta llegar a su interior y ser sacrificados. Después, la comitiva abandona el lugar y el público continúa su visita al santuario, que no ha sido interrumpida en ningún momento. La semana después de la finalización del mussen, la séptima noche, se organiza una reunión en el santuario para realizar una vigilia espiritual con cantos y recitaciones sin instrumentos musicales. Un ritual que se celebra en todas las zawiyas aisauas del país.
Procesión hacia el mausoleo del sheij Al-Kamil de los portadores de las ofrendas de la casa real marroquí. Fotografías de Alejandro Moreno
Me cuentan que el mussem de Mequinez ya no es lo que era. Según parece, los años ochenta marcan el declive y el número de banderas desciende cada año, esta es la forma que tienen los aisauas de valorar el éxito o el fracaso del mussem, contabilizando el número de estandartes que llegan a Mequinez y que representan a las distintas taifas aisauas. En Mequinez ya no existen zawiyas aisauas, exceptuando la zawiya madre o mausoleo del sheij Al-Kamil, desde los noventa la música ritual de los aisauas se profesionaliza, las nuevas generaciones se han convertido en grupos musicales uniformados y sus actuaciones tienen un claro fin comercial. Son fácilmente reconocibles por sus chilabas a rayas, sus estandartes y al-mbakhara, el recipiente dorado donde queman incienso durante el ritual, además de portar diversos instrumentos de percusión y viento que hacen sonar con gran maestría. Ha desaparecido cualquier atisbo de espiritualidad en estos nuevos jóvenes que se dedican a amenizar cualquier rito de paso en Marruecos, bodas, circuncisiones, festivales, etc.
Por su parte, desde la Administración existe un constante intento de institucionalizar la festividad y hacer desaparecer definitivamente todas aquellas manifestaciones supuestamente degradadas y poco ortodoxas. La participación de la casa real marroquí durante el mussem y su aportación económica al mausoleo pretende respaldar los planes del gobierno y dar legitimidad a una festividad que proyecta ser recreativa y no ritual.
Los Aisauas de Mequinez en una actuación en el Festival Gnaoua de Essaouira.
Desde Tubqal Marruecos, piedra y arena trabajamos un enfoque antropológico para muchas de nuestras rutas por Marruecos. El acercamiento a las tradiciones y rituales de la cultura magrebí es uno de nuestros objetivos, pero no solo incidiremos en aspectos del ámbito religioso, sino en todos aquellos que puedan formar parte de un viaje. La música, la danza, la gastronomía, la literatura o el cine forman parte de un Marruecos diverso y enriquecedor que espera a ser descubierto.