España y Marruecos: proximidad geográfica y lazos históricos
Mimoun Aziza | 28 enero 2020
Son muchos los factores comunes que comparten Marruecos y España. Además de una historia en común, ambos países están unidos por unas relaciones privilegiadas dictadas por la vecindad existente entre ambos y por las funciones derivadas de sus respectivas posiciones geográficas, principalmente, las de ser el lazo de unión entre los continentes europeo y africano. Esta vecindad es un elemento determinante en lo que se refiere a las relaciones entre los dos países. La proximidad geográfica ha facilitado, por una parte, los intercambios económicos y culturales y, por otra, ha propiciado una fuente de conflictos y luchas por razones de intereses económicos, políticos u otros. Existen sólidos nexos históricos entre ambas costas del Mediterráneo, hasta el punto de que resultaría difícil escribir la historia de una de las dos orillas del Estrecho de Gibraltar sin tener que referirse a la otra. Así, desde la conquista de al-Andalus en el siglo VIII, pasando por la Reconquista, la invasión ibérica de las costas marroquíes y el dominio colonial, se desarrolla una historia común que ha ido dejando huella en las sociedades ibéricas y marroquí. Este legado histórico ha contribuido de manera eficaz a dibujar los rasgos generales de las relaciones de futuro y a plantar las bases del entendimiento y la cooperación entre ambos países. Tomás García Figueras, una figura importante de la vida cultural española en el norte marroquí durante el Protectorado, habla de los lazos indisolubles entre los dos países vecinos: España está ligada a Marruecos, y ninguna otra nación del mundo lo está como ella, por lazos indisolubles, por razones más allá que las que rigen la propia vida de los dos pueblos; estas recíprocas influencias mandan ya su evolución y tienen un carácter de determinante geopolítica, como la tienen los paralelos geográficos, que obligan a los pueblos a moverse en áreas de posibilidades que no pueden, en modo alguno, eludirse.
Cartografía que refleja la proximidad de las dos orillas mediterráneas, 1750. Fuente: Archivo General de Simancas.
En los últimos tiempos, hemos venido observando la existencia de un notable interés entre los historiadores españoles y marroquíes por hacer una relectura de la historia de las relaciones hispano-marroquíes. En esta tendencia intervienen diversos factores vinculados a las transformaciones políticas y económicas que el vecino hispano ha conocido a lo largo de las últimas décadas, sobre todo, después del franquismo y su adhesión a la Comunidad Europea. Esta adhesión aceleró el proceso de transformación experimentado por España y su apertura al resto de países del Mediterráneo y, especialmente, a Marruecos. En mi opinión, este proceso necesariamente habrá de contribuir a corregir una serie de figuraciones erróneas que persisten en ambos lados y a sustentar los lazos de convivencia y proximidad existentes entre los pueblos español y marroquí. En mi calidad de historiador, pienso que debemos hacer una lectura reposada y profunda de la historia y las relaciones entre ambos países. Así, en vez de centrarnos en puntos negros o en las etapas más oscuras de esta historia, debemos procurar un tratamiento positivo del pasado a fin de construir un futuro sobre bases más sanas.
Postales de las campañas militares. Fuente: AGM
La etapa del Protectorado español en Marruecos ha acaparado la atención de algunos investigadores debido a su singular relevancia y a las profundas relaciones que unieron a ambos países durante esa época, no sólo considerando la historia política y diplomática, sino también el ámbito humano y las relaciones de convivencia y armonía lograda entre marroquíes y españoles.
A finales del siglo XIX, el movimiento africanista se sustentaba sobre el elemento de la unidad natural, étnica y cultural que unía a los dos países. En el curso del famoso congreso celebrado por la Sociedad Española de Africanistas, en el Teatro de la Alhambra de Madrid en 1883, Joaquín Costa tomó la palabra para insistir en la necesidad de romper las barreras existentes entre España y Marruecos, con el fin de recuperar las relaciones de hermandad entre los dos pueblos. Que la sociedad española debía aproximarse más a la marroquí dada su estirpe común y su historia compartida. Al mismo tiempo, observó que las guerras que habían librado estos países eran similares a las vividas entre el aragonés y el castellano, o a las lanzadas por este último contra el catalán. Así, todas se trataron de guerras civiles desatadas por razones exclusivamente políticas. Para él, la historia de uno influyó sobre la historia del otro y eso es lo que hizo que el califa almohade al-Mansur edificara una Giralda en Sevilla y otra en Marrakech.
Militares españoles conversando con los jefes de las cabilas rifeñas. Fuente: Archivo General de Melilla.
El origen del Protectorado español en Marruecos se remonta a finales del siglo XIX. En aquella época, España atravesaba una grave crisis económica y financiera tras la pérdida en 1898 de sus últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas, de ahí que recurriera al clásico medio de proyectar la tensión hacia el exterior. Al mismo tiempo, el imperio jerifiano era objeto de una rivalidad entre las principales potencias coloniales: Francia e Inglaterra. Por razones históricas y de vecindad, España consideraba que tenía derechos específicos sobre el país norteafricano y una misión que cumplir. Las circunstancias hicieron temer un futuro en peligro si Francia e Inglaterra se instalaban en Marruecos. El Protectorado español en Marruecos solo pudo ser posible gracias a las presiones inglesas sobre Francia. Los británicos no confiaban en dejar vía libre a los franceses en el suroeste del Mediterráneo, frente a su colonia de Gibraltar.
Algunas de las muchas publicaciones relacionadas con el Protectorado de España en Marruecos.
El 30 de marzo de 1912, el sultán marroquí Mulay Hafid firma con Francia el Tratado del Protectorado. El primer artículo de este tratado estipula que Francia se concertará con España a propósito de los intereses que esta tiene en el norte de Marruecos. Mediante el Tratado Hispano-Francés del 27 de noviembre del mismo año, Francia reconoció a España el territorio de la zona norte de Marruecos, estableciéndose allí el Protectorado español, con capital en Tetuán. Se trataba de una estrecha banda, bastante pobre y eminentemente rural, dominada en gran parte por el sistema montañoso rifeño. Limitaba al oeste con Tánger y al este con el río Muluya (próximo a la frontera argelina), con una extensión de 22790 kilómetros cuadrados. Los únicos intereses capitalistas dignos de tenerse en cuenta se limitaban fundamentalmente a las minas de Beni Bu Ifrur, en la región de Nador, conocidas como Minas del Rif.
Mapa de la zona de influencia española en Marruecos. Fuente: Archivo General de Simancas.
El 6 de enero de 1919, el diario El Porvenir de Tánger escribía: nos han dejado la zona más árida e insumisa, la de las tribus más guerreras y también más pobres. Sin embargo, a pesar de estas condiciones, la zona del Protectorado aportó algunas soluciones al problema del desempleo que padecía España y, principalmente, Andalucía. Entonces, desde la primera década del siglo XX, empezó una corriente migratoria importante hacia el vecino del sur. Tuve la oportunidad de entrevistar a varios antiguos residentes españoles en Marruecos, estos me confesaron que Marruecos había sido el país que los acogió en los momentos más difíciles de sus vidas. Cuando España sufría un importante desempleo de su población, muchas personas encontraron en Marruecos trabajo y tierras para cultivar. En la España de los años veinte se multiplicaron los llamamientos a la emigración hacia el país norteafricano: Lector amigo, si eres un hombre con voluntad decidida, si posees algo de dinero y no tienes sólidos lazos que te aten a la Península, permíteme que te aconseje la emigración a Tetuán, Arcila, Alcazarquivir, allí encontrarás riqueza si trabajas, escribió Manuel Ferrer Machuca, agente especial del Centro de Expansión Comercial en el Norte de África afincado en Tetuán. Rápidamente decenas de miles de españoles cruzaron el Mediterráneo para instalarse en Tetuán, Tánger, Alhucemas, Nador, o en tantos otros lugares. Procedían mayoritariamente de Andalucía o Levante y solían ser personas desocupadas, campesinos sin tierra o aventureros. Soñaban todos con una vida mejor, en encontrar trabajo y tierras que les permitieran sobrevivir. Tal y como hacen actualmente los marroquíes que cruzan el Estrecho esperando encontrar esa mejor vida en la otra orilla del Mediterráneo.
Vías del cargadero del mineral procedente de las minas de Beni Bu Ifrur en Melilla. Fuente: AGM
Casa oficina en las minas de Beni Bu Ifrur, 1921. Fuente: La Esfera
Minas de Beni Bu Ifrur, más conocidad como las minas del Rif. Fuente: AGM
Tras el desastre colonial en 1898 y la pérdida para la industria nacional del mercado cubano, algunos círculos económicos españoles se plantearon la posibilidad de su sustitución por el mercado marroquí. Había varios factores favorables a este desvío, como la moneda española que circulaba en Marruecos y la posibilidad de utilizar los presidios de Ceuta y Melilla como vía de introducción de las mercancías españoles en el territorio imperial.
F. M. Pastor Garrigues se basó sobre los informes de la Cámara de Comercio española en Tánger o los que remitían al Ministerio de Estado anualmente los diversos consulados de España en Marruecos, para analizar la presencia económica española en Marruecos a partir de principios del siglo XX. Según estos documentos España era un competidor muy débil de los grandes países europeos industrializados (Gran Bretaña, Francia y Alemania), conservando a duras penas el cuarto puesto entre los países participantes en el comercio marroquí. Cabe destacar también el papel de los Centros Comerciales Hispano-Marroquíes que fueron fundados en Barcelona y Madrid en 1904. Sus programas tenían como objetivo promocionar la venta de los productos españoles en Marruecos.
El crecimiento de la ciudad de Nador, próxima a Melilla, durante el Protectorado español en Marruecos, 1932.
Fuente: SHyCEA
En cuanto a equipamiento, la zona española poseía cuatro puertos principales: dos en la costa atlántica, Larache y Arcila, y dos en la mediterránea, Ceuta y Melilla. En ellos existía un importante movimiento de mercancías con los puertos andaluces. El de Ceuta fue ampliado y modernizado de manera que pudiera hacer competencia al de Tánger. El de Melilla era el más importante de la zona oriental. El decreto del 13 de febrero de 1904 exponía los motivos de la importancia concedida a los dos puertos: Las plazas de Ceuta y Melilla, en la costa del norte de África, constituyen los principales centros de nuestras posesiones en el territorio y exigen, debido a la influencia que ejercen en él y a sus relaciones comerciales con Marruecos, que el gobierno se preocupe de nuevo de su destino garantizando, tan pronto como sea posible, la rápida construcción de las obras en los puertos respectivos.
Según Martín Corrales, la actividad comercial fue muy importante. Del total de las 54 firmas más importantes en el Protectorado entre 1927 y 1952, 12 se dedicaron al comercio (5 entre las 25 más importantes), aunque es posible que su número fuera más elevado, ya que algunas de las empresas ubicadas en los sectores primario y secundario, casi con toda seguridad, se dedicaron preferente o exclusivamente a actividades de importación y exportación. La relación de las empresas más importantes no debe hacernos olvidar que fueron muchísimas más aquellas de menor entidad las que se extendieron por todo el Protectorado.
La Plaza de Melilla en una revista ilustrada de la época.
Ilustración de la Plaza de Ceuta.
La importancia del comercio, y de las firmas comerciales, nos indica cuál fue el verdadero negocio del Protectorado español en Marruecos: abastecer de los productos necesarios al ejército colonial y al conjunto de la población civil española asentada en Marruecos. El abastecimiento de las tropas españolas e indígenas (vestuario, calzado, armamento, alimentación) fue la oportunidad para muchas empresas españolas de conseguir jugosos contratos para proveer al ejército. Lo mismo hay que decir respecto al contingente de colonos españoles que se desplazaron a este país, instalándose preferentemente en las ciudades, dado que fueron continuamente abastecidos desde España. Esta labor abastecedora de colonos y ejército se refleja claramente en la evolución de la balanza comercial hispano-marroquí durante las cuatro décadas que duró el Protectorado. Un continuo desequilibrio basado en el hecho de que las exportaciones españolas siempre superaron ampliamente a las importaciones procedentes de Marruecos: escasos productos marroquíes llegaban hacia la península, mientras que los remitidos desde España hacia tierras norteafricanas alcanzaban unos volúmenes y valores sensiblemente más elevados.
Escuela española para niños rifeños. Fuente: AGM
Club náutico en el paseo marítimo de Nador durante el Protectorado. Fuente: AGM
La presencia española en el norte marroquí durante casi medio siglo, dejó huellas en varios campos y sobre todo en el arquitectónico. Ciudades como Tetuán, Larache o Xauen, se parecen mucho a las ciudades andaluzas. Si el impacto socio-económico de la implantación colonial española en esta parte de Marruecos fue muy limitado, la presencia cultural y los contactos humanos entre las dos sociedades fueron seguramente muy importantes. Las similitudes de costumbres y modos de vida de las poblaciones marroquí y española facilitaron mucho la convivencia y los intercambios. Los lazos que unen el norte de Marruecos y Andalucía no son solamente geográficos sino también históricos y humanos.
Casa de España en Tetuán en la actualidad.
Iglesia construída durante el Protectorado en la ciudad de Tetuán en la que fue la Plaza de España.
Mimoun Aziza
Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Moulay Ismail de Mequinez