Cien años del Desastre de Annual, 1921-2021

Tal día como hoy hace cien años, se iniciaba la dramática huida del ejército español en la llanura marroquí de Annual. Miles de soldados, cuyas familias no tuvieron los suficientes recursos para pagar la dispensa que les libraría de una muerte segura en el Rif, perdieron la vida frente a las tribus rifeñas que defendían su territorio. Del 22 de julio al 9 de agosto de 1921, se alargó la agonía de estos desafortunados soldados con escasa experiencia militar, mal equipados y pésimamente dirigidos.

Sin duda, esta derrota militar fue decisiva en la caída del sistema parlamentario que se había instaurado en España desde finales del siglo XIX. La importancia y el alcance de este asunto en la política exterior española, repercutió tan directamente en su política interior que, indudablemente, va a justificar una seria reflexión crítica después de un siglo de lo acontecido.

Por este motivo, Tubqal Marruecos, piedra y arena ha querido dedicar esta breve reseña en Rutas Marruecas, ya que una parte importante de nuestro enfoque viajero tiene mucho que ver con la historia compartida entre España y Marruecos. Una historia común que, muy a nuestro pesar, está en relación con acontecimientos atroces y violentos y, a la vez, fue decisiva en el advenimiento de las dictaduras posteriores que echaron por tierra las ilusiones democráticas de los españoles.

Con esta entrada, llega la continuación del post anterior, una breve reseña de los acontecimientos desde el Desastre de 1921 hasta la ocupación total del territorio rifeño en 1927. Sin ánimo de profundizar y por ser breve, destacaré las cuestiones más relevantes de cada uno de los años que sucedieron al derrumbe de la Comandancia Militar de Melilla hace justamente hoy cien años.

1921. El derrumbe de la Comandancia General de Melilla

El sector oriental del Protectorado español en Marruecos, todavía bajo el mando del general Silvestre, se desmoronó en pocos días ante el empuje de las cabilas rifeñas, unificadas bajo la autoridad de Abd el Krim, cuyo nombre completo era Mohammed Abd el Krim El Jattabi.

Más de diez mil españoles murieron y, otros tantos, casi medio millar, fueron hechos prisioneros, entre Annual, Igueriben, Dar Drius y Monte Arruit. Estos acontecimientos de humillación y derrota, que fueron documentados y constatados a través de las numerosas crónicas y fotografías de prensa, conmovieron enormemente a la población española, dividiéndola entre los que proclamaban venganza y continuar la guerra, y los que increpaban por el abandono y la depuración de responsabilidades. Annual marcó un antes y un después en la política española en el norte de Marruecos, pero también en la sociedad española, donde se había producido una inmensa desolación en la opinión pública. Después de 1921, muchos intelectuales mostraron una fuerte oposición a la ocupación de Marruecos, como fue el caso de Miguel de Unamuno, que temía la posibilidad de una solución militar que acabara con la democracia.

En la desbocada huida que emprendieron las tropas, se fueron replegando en distintas posiciones: Ben Tieb, Dar Drius, Tistutin y, por último, Monte Arruit, donde resistieron hasta el 10 de agosto, cuando la carencia de agua, víveres, municiones y medicinas, les obligó a rendirse; este momento fue dramático, pues se produjo la liquidación de las tropas a manos de los contingentes rifeños. Estas acciones, ejecutadas bajo el mando de Abd el Krim, supusieron el inicio de un conflicto que tardará seis años en cerrarse, hasta 1927, momento en el que se produjo la total ocupación del norte de Marruecos por las tropas españolas.

El 9 de agosto de 1921, el general Juan Picasso viajó hasta Melilla después de ser nombrado por el Gobierno «juez especial para instruir las causas de la debacle». Se trataba de esclarecer las acciones que determinaron el abandono de las posiciones en la zona de Melilla. Picasso asumió el difícil compromiso de explicar los hechos consumados en las operaciones que provocaron la pérdida del territorio. El General permaneció en la ciudad algo más de cinco meses, hasta su marcha el 21 de enero de 1922, después de haber recabado informaciones por toda la zona oriental de Marruecos y recoger los testimonios de los principales protagonistas del suceso. Con su marcha, Picasso afrontaría la segunda parte de su investigación, la redacción de un informe final de los acontecimientos, que entregará el 18 de abril. Será conocido como «Expediente Picasso» y, de este modo, el nombre del militar pasó a formar parte de la memoria colectiva de los españoles y, sobre todo, del Protectorado de España en Marruecos.

Panorama desolador de la posición de Monte Arruit después del desastre. Colección fotográfica del Archivo General de Melilla. 

1922. Continuación de la «reconquista» del territorio

La delicada situación de Melilla después del Desastre obligó el envío de nuevas tropas destinadas a  la recuperación del territorio perdido. En aquel momento, Abd el Krim se había fortalecido al conseguir la unificación de las cabilas del Rif y de otras regiones, como Yebala; además, contaba con un armamento más moderno y desarrollaba nuevas tácticas combativas, que hicieron más eficaces los enfrentamientos con las tropas españolas.

El 11 de agosto de 1921, el Gobierno de Allendesalazar dimitió y Alfonso XIII comenzaría un proceso de consultas para crear un nuevo gabinete que hiciera frente a la cuestión marroquí. El rey se decantó, como presidente del Consejo de Ministros, por Antonio Maura, que aún mantenía su prestigio político después de una larga carrera parlamentaria. En este Gobierno, Juan de la Cierva y Peñafiel ocupó el Ministerio de la Guerra. Tanto Maura como de la Cierva, mostrarán su respaldo a Dámaso Berenguer, en el intento de llevar a la práctica un plan de operaciones que el mismo Alto Comisario diseña para recuperar el territorio perdido.

Tractocarril inaugurado por el general Sanjurjo en 1922. Colección fotográfica del Archivo General de Melilla. 

Las primeras operaciones en torno a Melilla culminaron el 14 de octubre de 1921 con la ocupación de Zeluán, con lo que se restituye la situación de 1909. Diez días después de recuperar Monte Arruit el 24 de octubre, se recobra casi todo lo sometido en los años 1911 y 1912, aunque a costa de grandes esfuerzos y muchas bajas. En esta primera etapa de operaciones, el Ejército francés se había mantenido neutral. Mientras tanto, Abd el Krim negociaba el rescate de los prisioneros españoles, a los que había llevado hasta la bahía de Alhucemas para que sirviesen de freno a una posible intervención española en la costa.

A partir de septiembre de 1922, el Gobierno español comenzó a cambiar su discurso para establecer nuevos criterios de actuación en Marruecos. Así, se planteó que la finalidad del Protectorado no sería la ocupación militar, sino el favorecimiento de las condiciones necesarias para que la sociedad marroquí se desarrollase por sí misma, eso sí, bajo la custodia de España. En este planteamiento se impuso el criterio político sobre el militar y, atendiendo a estas directrices, continuaría la expansión española hacia el oeste.

1923. El asedio de Tifarauin

El reajuste político y social planteado por el Gobierno español en sus actuaciones en Marruecos, generaron nuevas expectativas para el país protector. Existía una firme determinación a la hora de apostar por un protectorado civil y, para ello, se promueve una serie de negociaciones de paz con Abd el Krim, que serán interrumpidas después de los ataques rifeños a Tizzi Azza, en mayo y agosto de 1923.

Un mes antes del golpe de estado del general Primo de Rivera, se produjo uno de los asedios más dramáticos posteriores a Annual. En agosto de 1923, los rifeños atacaron la posición de Tifarauin, provocando una situación tan grave que se temió por un nuevo desastre; fue un embate que, incluso, llevó el pánico hasta Melilla. Tifarauin ya había sido objeto de ataque en otras ocasiones y su ocupación sólo era comprensible en caso de continuar el avance hacia la bahía de Alhucemas, sin embargo, se consideró que el abandono de la posición podía tener repercusiones adversas en el resto del frente y en la moral militar.

Las tropas españolas baten a las rifeñas en la retirada del collado de Tifarauin. Archivo fotográfico del Archivo General de Melilla.

Los sucesos de 1923 acercaron de nuevo la sombra de los pasados desastres y reforzaron las ideas abandonistas. El tiempo parecía correr en contra de los intervencionistas, porque habían transcurrido ya dos años desde la derrota de Annual y, sobre el terreno, la situación seguía siendo de extrema gravedad.

El 13 de septiembre de 1923 se produjo el golpe de estado del general Miguel Primo de Rivera. Cuando toma el poder, el dictador se planteó la posibilidad de abandonar Marruecos y replegar las fuerzas. La estrategia que planteaba, ante la imposibilidad de retirar a España de sus compromisos internacionales, consistió en negociar la paz por separado con El Raisuni,  el líder de Yebala, y con Abd el Krim. De esta manera, en octubre cerró su compromiso de colaboración con el primero, pero mucho más complicado le resultó negociar con el dirigente rifeño.

1924. El repliegue a la «Línea Primo de Rivera»

La idea abandonista de Primo de Rivera era bien conocida. Por este motivo, su ascenso no agradó a los africanistas, que apostaban claramente por la ocupación militar del Protectorado. La situación en el norte de Marruecos seguía siendo muy complicada, sobre todo, y cada vez más, la zona occidental, pues la República del Rif se había hecho con múltiples apoyos en la región de Yebala.

Al inicio de 1924, Abd el Krim, que había reunido un ejército poderoso, se hizo con la iniciativa, tanto en Yebala y Gomara como en la línea avanzada de la zona de Melilla. En estos momentos, las negociaciones de paz con el político rifeño se habían complicado pues, no solo reclamaba la independencia y la evacuación de los territorios ocupados, sino también una desorbitada indemnización y material bélico.

Sospechando el fracaso de las negociaciones, el marqués de Estella se dispuso a retirar las tropas coloniales hasta un nuevo frente, una línea fortificada conocida como la «Línea Primo de Rivera», cuyos objetivos han sido profusamente interpretados por los historiadores. Aquel plan fue aprobado por el directorio militar en mayo de 1924. La «Línea Primo de Rivera» consistió, finalmente, en una sinuosa barrera de posiciones fortificadas que, en el oeste del Protectorado, protegían las comunicaciones entre Tánger y Fez y, también, entre Tánger, Tetuán y Ceuta, aunque para ello hubo que renunciar a la ocupación de Chefchauen; y en la parte este, significó un retroceso militar de quince kilómetros.

Llegada de reclutas al puerto de Melilla. Colección fotográfica del Archivo General de Melilla. 

Desde octubre de 1924, Primo de Rivera ocupaba el cargo de Alto Comisario. Para dirigir personalmente el nuevo curso del Protectorado, se trasladó a su capital, Tetuán.

En los meses finales de 1924, la retirada de las tropas españolas  tuvo un altísimo coste militar. Se había producido una elevada cifra de bajas y, algunas de las situaciones vividas en el frente se convirtieron en noticias de primera plana: escenas de pánico, errores de organización y falta de planificación, hechos que se contraponían a los constantes halagos de la oficialidad.

1925. El desembarco de Alhucemas

La tensión militar en ambas zonas del Protectorado alcanzaba proporciones muy preocupantes. En abril de 1925, falleció en Axdir El Raisuni, «el Sultán de las montañas», pero Abd el Krim amenazaba con avanzar sobre Fez y hacía un llamamiento a los trabajadores en Argelia para retornar al Rif.

Las acciones ofensivas de Abd el Krim contra la zona francesa llevaron a Francia y España a estudiar un proyecto común para terminar con su actuación. El plan incluía el desembarco español en Alhucemas con participación naval francesa y, simultáneamente, una acción ofensiva francesa en el alto Uarga hasta enlazar con las fuerzas de Melilla en la zona española del Protectorado.

La colaboración entre Francia y España iba a ser el factor principal para justificar ante la opinión pública una nueva intervención. El prestigio que había adquirido Abd el Krim, y su táctica dilatoria, había terminado con la paciencia de las diplomacias europeas, que veían imprescindible emprender una acción común. Entonces, el general Primo de Rivera y el mariscal Petain planificaron una operación anfibia conjunta y combinada, que será conocida como el Desembarco de Alhucemas. Este se produjo el 8 de septiembre de 1925. La intervención armada fue un éxito, a pesar de las dificultades que acarreaba este tipo de operaciones y, también, a que la sorpresa fue relativa. El 2 de octubre se conquistó Axdir, capital política de Abd el Krim, que huye a Temasint, su segundo cuartel general. Cuando finalizaron las operaciones en la zona y se estabilizó la situación, se iniciaría la fortificación del frente para asegurar el posterior avance.

Lanchas preparadas para el desembarco en las playas de Alhucemas. Colección fotográfica del Archivo General de Melilla. 

Las reacciones a la ocupación de Axdir, aunque estuvieron potenciadas por las autoridades, trasladaron el recuerdo de las grandes victorias a las calles españolas de un modo que no se recordaba desde la coronación del macizo del Gurugú en 1909.

En noviembre de 1925, cuando las operaciones más problemáticas habían sido liquidadas, el general Primo de Rivera cesó en el mando del Ejército de África, y fue sustituido por el general Sanjurjo, nombrado también Alto Comisario.

1926. La derrota de Abd el Krim

Aunque suele identificarse el Desembarco de Alhucemas con el último y definitivo paso de la «pacificación» del Protectorado español en Marruecos, todavía tendrían que transcurrir dos años más de campaña para que el Ejército español consiguiera definitivamente este objetivo.

La intervención aeronaval en Alhucemas fue un embate decisivo a la República del Rif; sin embargo, fueron escasas las operaciones durante el invierno de aquel año. No sería hasta la primavera de 1926 cuando se inició la ofensiva final, cuyo resultado fue la pronta rendición de Abd el Krim. A pesar de la caída del líder rifeño, las tropas españolas siguieron combatiendo los focos de resistencia hasta bien entrado 1927.

Mohamed Abd el Krim El Jatabi, líder de los Beni Urriagel, junto a su padre y su hermano M’Hammed, en una fotografía tomada en 1918. Junto a ellos un caballero desconocido y Joaquín Ortiz de Zárate.

Mohamed Abd el Krim El Jatabi, líder de los Beni Urriagel, junto a su padre y su hermano M’Hammed, en una fotografía tomada en 1918. Junto a ellos un caballero desconocido y Joaquín Ortiz de Zárate. Colección fotográfica del Archivo General de Melilla. 

Abd el Krim, con la intención de rehacer su prestigio entre los rifeños, había aprovechado la pasividad de los frentes de Melilla, Axdir y Ceuta, para intentar nuevos ataques. Pronto propuso la paz y, entre otras cláusulas, pretendía el reconocimiento del Rif como Estado autónomo. Al ser desestimada su petición, el 8 de mayo se reanudaron los enfrentamientos con mayor dureza, sobre todo, en los primeros días.

Las fuerzas españolas y las combinadas hispano-francesas no dejarían de operar en las dos zonas del Protectorado; el avance de las tropas llevó a la ocupación de diversas posiciones, tanto en la zona occidental como en la oriental. Ante la pérdida de su territorio, Abd el Krim solicitó un armisticio que no le fue concedido, por lo que el 27 de mayo de 1926 se rindió a los franceses. En agosto, la familia Jattabi tomó la ruta del exilio hacia la isla de Reunión, donde permanecerá durante veintiún años. A principios del verano de 1926, quedaron controlados los últimos territorios insumisos, acción que finaliza con la ocupación definitiva de Chefchauen.

A través de la prensa se propagó la rendición del líder rifeño. La noticia provocaría numerosas manifestaciones de júbilo en toda España pero, sobre todo, en Melilla. Los prisioneros en poder de Abd el Krim habían sido liberados tras su rendición y los periódicos recogieron  numerosas escenas de reencuentros cargadas de emoción. Sin embargo, el Gobierno aún mostraba cierta cautela en sus manifestaciones, pues todavía quedaban esfuerzos por realizar antes de conseguir la «pacificación» de todo el territorio.

1927. La ofensiva final

En el epílogo de la resistencia rifeña, aprovechando la desmoralización generada por la rendición de Abd el Krim, solo quedaba continuar con la acción política y la presión militar para lograr el sometimiento total del territorio. A ello se dedicó el Ejército español hasta que, el 10 de julio de 1927, el general Sanjurjo firma, en Bab Tazza, la orden de «pacificación» de todo el Protectorado.

Después de años de infortunios y progresos conseguidos a muy alto coste, la campaña militar desarrollada entre los años 1926 y 1927, se convirtió en una sucesión constante de avances y victorias para España. Sin embargo, a pesar del interés del Gobierno por hacer llegar las noticias más complacientes, los triunfos fueron, sin duda, minimizados.

Descanso de las tropas durante las operaciones militares. Col. Archivo General de Melilla.

El escenario bélico, en su fase final, se había trasladado a la región occidental, donde las tropas españolas hostigaron y amedrentaron sin descanso a las cabilas rifeñas más resistentes. Estas acciones consistieron en un avance rápido en colaboración con los franceses, desalojando poblados, destruyendo cultivos y ganados y ejecutando a los considerados «rebeldes». El esfuerzo perpetrado en estos dos años, permitió que todas las cabilas del Protectorado español fueran ocupadas y desarmadas. De esta manera, España había sentado las bases de una estabilidad duradera, hasta la independencia de Marruecos en 1956.

La «pacificación» significó un cambio en la mentalidad y en la política con respecto al Protectorado. El retórico discurso reiterativo de la hermandad, de la obra protectora y «civilizadora» resurgirá con fuerza, materializándose en proyectos de organización y desarrollo que, en muchas ocasiones, se quedaron en simples aspiraciones.

Hasta el final de las campañas no se ejerció una administración efectiva del Protectorado, implantada definitivamente a partir del verano de 1927. Hasta ese momento, la acción del Gobierno español se había ejercido solo en algunas ciudades, como Tetuán, Larache, Chefchauen, Arcila y Alcazarquivir, además de en las cabilas cercanas a estas localidades, o en las ciudades españolas de Ceuta y Melilla. Paradójicamente, esta fase de duras campañas supuso un impulso económico para el Protectorado.

 

1928. Epílogo: recapitulación de la «misión» protectora

En el interregno 1928-1935, considerado el primer periodo de paz del Protectorado, se consiguió el establecimiento, en todas las cabilas, de las Oficinas de Intervención, que constituían la estructura periférica del gobierno del Protectorado. En estos años, se llevaron a cabo los primeros intentos de mejora económica del territorio. A partir de 1927 se irá acentuando, por el contrario, el proceso de control, impulso y fomento de actividades educativas, de artes y oficios, museísticas e incluso científicas y médico-sanitarias, en las ciudades y pueblos del Rif, Yebala y el Lucus.

Júbilo de la tropa después de una ocupación. Col. Archivo General de Melilla.