La «cuestión marroquí» y el debate público

No se puede entender la España de principios del siglo XX sin tener en cuenta la larga guerra que mantuvo contra las cabilas rifeñas en la costa mediterránea del actual Marruecos.

Con esta segunda entrega sobre las campañas militares de España en Marruecos, no pretendo profundizar en los acontecimientos ni tan siquiera describir enfrentamientos ni batallas. Más bien, quisiera esbozar algunos apuntes que definieron cada una de estas intervenciones, e incidir en los motivos o detonantes que derivaron en las campañas, y sus consecuencias. En este post, haré un recorrido desde la Guerra de Tetuán (1859-1860) hasta la Campaña del Kert (1911-1912), un período que, en función del acuerdo franco-británico de 1904, contempla la asignación a España de la zona de influencia en el norte de Marruecos, donde va a ejercer un protectorado en 1912. Esta división intencionada, tiene como fin dejar para la siguiente entrega de Rutas Marruecas lo que concierne a las acciones militares desde 1921 hasta 1927, una etapa que comprende el derrumbamiento de la Comandancia General de Melilla y los últimos años de la guerra rifeña.

Las intervenciones militares del ejército español contra las cabilas del Rif entre 1909 y 1927 condicionaron decididamente la política y el debate público en la España de aquellos años. Entonces, muchos intelectuales de la época tuvieron que posicionarse y participar de aquel debate que, para algunos, era imprescindible. Estas apreciaciones de la intelectualidad española sobre el conflicto, en ocasiones, se convirtieron en objeto de críticas pero, en muchas otras, fueron defendidas y convertidas en referentes que influyeron irremediablemente en la opinión pública. Sin duda, la «cuestión marroquí» se había convertido en una de las principales preocupaciones de España. Por este motivo, me gustaría dejar entrever las repercusiones que tuvo la guerra en la sociedad española, muy cansada y condicionada por el altísimo coste humano y económico que sufría el país.

Guerra de Tetuán, 1859-1860

En agosto de 1859, se produjo una acometida a las tropas que protegían la edificación de un fuerte en las cercanías de Ceuta; en el mismo ataque fue destruido el escudo de armas español que indicaba el límite fronterizo, un hecho que fue considerado una ofensa contra el honor nacional. A partir de aquel episodio, se produjo un aumento de la tensión entre España y el sultanato de Marruecos, que llevó a la declaración formal de guerra en el Congreso de los Diputados el 22 de octubre de 1859.

El conflicto se dio por finalizado con la conquista de Tetuán y la rendición del Sultán, y tuvo como consecuencia la firma del Tratado de Uad Ras, a partir del cual el Sultán tendría que afrontar una cuantiosa reparación que lastró la economía marroquí y provocó un profundo rechazo a todo lo europeo. Por otro lado, los resultados del tratado de paz generaron en la población española el resquemor contra las acciones de guerra, principalmente, en aquellos lugares que tuvieron que abastecer de soldados el frente.

Ilustraciones que documentan los acontecimientos de la Guerra de Tetuán en las revistas ilustradas de la época. Hemeroteca de la Biblioteca Nacional. 

De esta primera campaña africana, sorprende, por un lado, lo intrascendente de su detonante y, por otro, la fervorosa acogida periodística, artística y literaria, que sirvió para exaltar los ánimos y el patriotismo más ramplón en la opinión pública. Entre otras muchas crónicas, destaca la obra narrativa de Pedro Antonio de Alarcón, las pinturas de Mariano Fortuny, junto con la proliferación de abundantes piezas de teatro y poesías, escritas con mayor o menor acierto. Indudablemente, la denominada «Guerra de Tetuán» constituyó uno de los escasos momentos del siglo XIX en el que se consolidó un ideario común entre los españoles. No obstante, fue mucho el ruido y pocas las nueces; al fin y al cabo, se trató de un conflicto de corte romántico y de pocos réditos territoriales, pues la finalidad de la campaña se limitó a conseguir la satisfacción de los agravios que ocasionaron la guerra.

Es en esta época, de matices orientalistas, cuando adquiere auge el movimiento «africanista» o de atracción hacia una cultura que, aunque próxima, se percibía como exótica.

 

Pedro Antonio de Alarcón se convertiría, en octubre de 1859, en uno de los primeros corresponsales de guerra del periodismo español. Sus crónicas, escritas en el campo de batalla, después de ser publicadas en la prensa, se editaron en un libro titulado «Diario de un testigo de la Guerra de África», que le reportó un gran éxito editorial (a la izquierda). En el centro, «Tipos y viviendas marroquíes (Tánger) », tarjeta postal: Edición Librería de Antonio Arévalo, Tánger. A la derecha, «Mujeres del monte preparadas para una fiesta [Ben Harasem]», foto de Ángel Rubio para Antonio Ramos y Espinosa de los Monteros [1872-1919]. Fondo en depósito de la familia Orozco Rodríguez-Mancheño en el Archivo Central de Ceuta, ambas fotografías colección de: José Luis Gómez Barceló.

Guerra de Margallo, 1893-1894

La construcción del fuerte de Sidi Guariach, próximo a un santuario del mismo nombre, fue el disparador del conflicto. Los marroquíes fronterizos comenzaron a hostigar las obras y el Gobierno respondió con un fuerte castigo.

En este contexto, es interesante destacar la llegada a Melilla de Juan Picasso (que más adelante obtendrá un papel destacado en la investigación de los sucesos de 1921). Llegó en plena guerra e intervino en el combate sostenido con los rifeños y el repliegue sobre el fuerte de Cabrerizas Altas, en el que cae abatido el general García Margallo. En efecto, atacados y cercados por los rifeños, y a la espera de la llegada de refuerzos desde Melilla, el general Margallo, impaciente y decidido a emprender la retirada, ordenó a Picasso que se trasladase desde el fuerte de Cabrerizas al de Rostrogordo, y que, desde éste, intentara comunicar por teléfono con Melilla. Ante la mirada atenta de todos, y bajo un aluvión de balas, Picasso cruzó a caballo, junto con dos escoltas, la explanada entre las fortalezas. Sin embargo, aunque logra atravesar el cerco, no pudo comunicar desde Rostrogordo con la Plaza, por lo que resuelve, por propia iniciativa y en solitario, continuar hasta Melilla. Con este convencimiento, Picasso cruzó a gran velocidad los campos ocupados por los rifeños hasta alcanzar su objetivo. Esta determinación le permitió entregar las instrucciones de Margallo, que se iniciase el socorro y se estableciera la comunicación entre Melilla y los fuertes.

Juan Picasso continuó participando en diferentes operaciones hasta su salida de Melilla en diciembre de 1893, tres meses antes de que finalizase el conflicto.

Primeros trabajos de cimentación durante la construcción del fuerte de Sidi Guariach. Hemeroteca de la Biblioteca Nacional. 

Fotografía del fuerte de Rostrogordo a finales del siglo XIX. Colección fotográfica de Juan Díez.

Con motivo de esta intervención, se iba a producir una masiva afluencia a Melilla de periodistas y fotógrafos, también de dibujantes, que iniciaron una frenética actividad mediática encaminada a dejar innumerables testimonios. Las publicaciones periódicas, y a su cabeza las ilustradas, influían en el ánimo de los españoles, de modo que el apasionamiento y fervor patriótico surgía de forma intermitente, sobre todo, cuando se producía algún descalabro del Ejército. Sin embargo, en general, en España se imponía un sentimiento de apatía y recelo hacia las políticas colonialistas en África, hasta el punto de que la «Guerra de Margallo» provocaría un retroceso y cierto debilitamiento en la ambición colonial de algunos sectores de la sociedad española.

A la izquierda, desembarco de penados destinados a los trabajos de atrincheramiento y construcción del fuerte de Sidi Guariach. A la derecha, los primeros trabajos de construcción del fuerte (dibujos tomados del natural por el corresponsal artístico Simonet). Hemeroteca de la Biblioteca Nacional. 

Primera Guerra del Rif o Guerra de Melilla, 1909

Aunque algunos puntos de la costa mediterránea marroquí ya habían sido ocupados en 1908, la deriva violenta de los acontecimientos condujo a la guerra y a la debacle del ejército español en el Barranco del Lobo, donde se produjo un número muy elevado de bajas. A pesar de todo, se consiguió llevar a cabo el plan de campaña, que consistía en envolver y ocupar el macizo del Gurugú para impedir el abastecimiento de los rifeños; de esta manera, los límites de la zona oriental de influencia de Melilla quedaron establecidos en el río Kert.

La campaña y la política intervencionista del Gobierno español en Marruecos, fueron mal acogidas por la opinión pública. En todo el país, las noticias difundidas por la prensa eran contradictorias, un aspecto que acrecentó la incertidumbre de la población y generó numerosos disturbios. La llamada de los reservistas para incorporarse a las posiciones españolas en Marruecos, provocó un fuerte rechazo social e importantes protestas, con el desencadenante de la Semana Trágica de Barcelona en el verano de 1909.

Esta campaña llevó de nuevo a Juan Picasso a Melilla, donde desembarca en diciembre de 1909. Su llegada se produjo al final de los acontecimientos, cuando asciende a coronel Jefe del Estado Mayor del Gobierno Militar de Melilla, en sustitución de Francisco Larrea. Durante su estancia, participó en los reconocimientos de las posesiones en los territorios cercanos a Melilla, con el objetivo de estimar su valor estratégico y su conservación o abandono, una vez hubiera finalizado el conflicto. Con este cometido, Picasso se dedicó a recorrer la región fronteriza y el macizo del Gurugú. Durante estos trabajos, que finalizaron en enero de 1910, se analizan y estudian las instalaciones militares en cada una de las posiciones de la zona oriental de Marruecos, con el fin de seleccionar aquellas que cumplían su función táctica y, por tanto, eran susceptibles de ser conservadas. Las tareas se complicaban cuando, en algunos casos, había que desmontar las instalaciones para construirlas de nuevo, en previsión de posibles futuras intervenciones. Estas diligencias las realizó como vocal secretario de la Junta Local de Defensa y Armamento de Melilla con la Comisión técnica del Ejército y de la Armada. Rematadas estas labores, el coronel Picasso abandonaría Melilla el 31 de marzo de 1910, apenas cuatro meses después de su llegada.

Noticias de la Campaña del Rif en una revista ilustrada de la época. Hemeroteca de la Biblioteca Nacional.

Campaña del Kert, 1911-1912

Las primeras operaciones militares resultaron favorables para las tropas españolas, que consiguieron desplazar a los rifeños a la otra orilla del Kert. Sin embargo, el número de sus combatientes no dejaba de crecer, entre otros motivos, alentados por el líder Mohammed Amezian, conocido como «El Mizzian», una figura muy mediática para la opinión pública española. En estos momentos, el Gobierno español, que buscaba una solución militar al problema marroquí, decidió utilizar fuerzas integradas por personal «indígena», conocedoras del terreno y de sus habitantes y, sobre todo, de sus formas de combatir. Es, entonces, cuando se produjo la creación de las Fuerzas de Regulares Indígenas por el teniente coronel Dámaso Berenguer Fusté.

Después de la dominación del Gurugú y la consecuente repatriación de las fuerzas expedicionarias, los rifeños asediaron repetidas veces la posición de Tauriat Zag. Esto tuvo como consecuencia el envío de más tropas y la necesidad de afianzar la región, lo que sucede con la toma de Monte Arruit a principios de 1912. Sin embargo, sólo con el fallecimiento en mayo del líder rebelde, El Mizzian, en combate con los Regulares, se da por terminada la campaña y el final de la resistencia organizada. La muerte del dirigente rifeño recibió una importante cobertura informativa en España pues fue decisiva para el final de la contienda.

Avance de las tropas españolas durante la campaña de 1911. Colección fotográfica del Archivo General de Melilla.

Con estas operaciones, España había conseguido ampliar su zona de influencia desde Melilla hasta el estratégico cauce del río Kert. Y aunque las escaramuzas continuaron produciéndose irregularmente, esta frontera permanecerá inalterable durante varios años. La campaña del Kert de nuevo había convulsionado la política nacional, provocando un fuerte rechazo hacia la intervención en Marruecos que se canalizó a través de las manifestaciones celebradas en diferentes ciudades y con el intento de una huelga general.

A pesar de las cuantiosas pérdidas humanas y de abrir el camino hacia la definitiva ocupación del Rif, la campaña militar del Kert fue una de las más olvidadas una vez finalizado el conflicto, debido, posiblemente, a su fragmentación a lo largo de los meses o a no haber generado apenas producción literaria.