10 Razones para convertir Marruecos en tu próximo destino

Sonia Gámez | 25 marzo 2019

Cuando pensamos un viaje a menudo dejamos volar la imaginación a exóticos rincones en continentes lejanos, a culturas desconocidas o megalópolis de ritmos frenéticos. Entonces, pasamos por alto países que decididamente podrían cubrir muchas de nuestras expectativas, quizá más cercanos y menos costosos. Marruecos es un destino muy interesante para aquellos que buscan en sus viajes la diversidad cultural, social y geográfica. Sin embargo, en muchas ocasiones, este destino se ha convertido en objeto de temerosos prejuicios y críticas infundadas que son propias de la inexperiencia y una enorme ingenuidad. La realidad es que Marruecos se presenta como un mosaico de posibilidades en el momento de emprender un viaje, con sus peculiaridades, sus colores y claroscuros. Es un país de interesantes contrastes urbanos y paisajísticos que viene a ser complementado por las gentes que lo habitan, una población influenciada por la llegada de otras civilizaciones mediterráneas que dejaron su impronta en todo el territorio, cimentando así una sociedad de ricas y complejas tradiciones culturales.

1. Una larga historia

La historia de Marruecos es amplia si la comparamos con las de otros países africanos. Su identidad política se remonta varios siglos al período colonial y cuenta con una historia social y cultural mucho más antigua. Fenicios y cartagineses establecieron factorías comerciales en sus costas, tanto en la mediterránea como en la atlántica; la expansión romana por el norte de África y la consecuente creación de la provincia de Mauritania Tingitana, produjo la instalación de destacados asentamientos. Los saqueos vándalos acabaron con el dominio anterior y, después de los bizantinos, fue la invasión árabe la que, a partir del siglo VII, terminaría por influir notablemente en el acontecer histórico de la población autóctona.
El siglo XV también fue significativo en la historia de Marruecos, un decreto establecido por los Reyes Católicos en 1492 tuvo como resultado la expulsión de los judíos de España, provocando un movimiento migratorio que condujo a muchos de ellos a establecerse en Marruecos, sobre todo en el norte. Este asentamiento generó durante siglos una interacción cultural entre ambos grupos que ha hecho aún más atrayente e interesante la sociedad marroquí. Por otro lado, existe un innegable legado de época colonial que se remonta a este siglo, con la expansión de portugueses y españoles por las costas atlántica y mediterránea, donde fundaron enclaves que hoy se han convertido en destacadas ciudades marroquíes. Finalmente, no hay que olvidar la influencia francesa en Marruecos a partir de la creación del Protectorado en 1912, por el que el país quedó dividido en dos zonas de influencia, la española en el norte y más tarde en el Sahara Occidental, y la francesa en el resto del país, produciéndose una sugestiva proyección cultural y lingüística que ha sido fundamental en la sociedad marroquí.

2. Naturaleza incomparable

Es un tópico hablar de los contrastes paisajísticos de Marruecos pero es difícil no insistir en este aspecto cuando nos topamos con una naturaleza que parece haber dejado correr sin límites su imaginación. Marruecos es uno de los países del mundo con mayor diversidad natural, desde sus composiciones geológicas y su diversidad paisajística hasta su flora y fauna. El país lo define un territorio alargado que se va ciñendo hacia su costa atlántica en el sur, un extenso espacio por descubrir: desde la cordillera del Atlas hasta la del Rif, desde la costa atlántica a las orillas mediterráneas, desde las finas arenas de sus playas a las gargantas rocosas, y desde sus increíbles dunas doradas en el sur a los frondosos oasis y palmerales. El desierto del Sahara, el más cálido del mundo, se ha convertido en una de las principales atracciones del país y desde donde se pueden realizar rutas diversas. El verdadero atractivo de estos destinos naturales es el disfrute de cielos colmados de estrellas, una panorámica favorecida por la ausencia de luces artificiales. El silencio es otro de los grandes placeres de estar entre dunas, escuchar la nada, la respiración y los pasos al caminar.

3. Una cultura ancestral

Amaziges y árabes componen la población del Marruecos actual, ambos grupos contribuyen a las ricas tradiciones y prácticas culturales que hoy conocemos. Con la invasión árabe se produjo la islamización del pueblo amazige transformándolo para siempre. Al mismo tiempo se produjo un intento de arabización de estas sociedades tribales, sin embargo, los árabes no consiguieron ensombrecer la identidad amazige, calando mucho más que la cultura la recién llegada religión islámica.
La población amazige de Marruecos, a la que tradicionalmente se le ha denominado «bereber», es rica y compleja, un mundo de orden simbólico que se manifiesta en sus tradiciones y creencias. El diseño y la elaboración de cerámicas, alfombras, tatuajes o joyería manifiestan la diversidad de las diferentes confederaciones tribales originarias. Su lengua, un elemento de cohesión entre las poblaciones amaziges del norte de África, cuenta con más de cuatro mil variedades dialectales, aunque todas mantienen determinados rasgos comunes que le atribuyen pertenencia a la misma herencia lingüística. La mayoría de estas comunidades en Marruecos ocupan regiones montañosas o remotas, diseminándose por las montañas del Atlas, el Rif o el Sous. Estos lugares de difícil acceso han preservado intactas, incluso hasta hoy, las tradiciones ancestrales y las formas de vida de las comunidades que los habitan, quedando relegados a las ciudades los grupos familiares de origen árabe.

4. Interesante arquitectura tradicional

La diversidad cultural de Marruecos se refleja en la riqueza arquitectónica del país. Durante un viaje es imposible no admirar las construcciones tradicionales que se han desarrollado en la zona rural, lugares que han sido habitados tradicionalmente por agricultores y pastores semi nómadas. La tipología es variada y en esta podemos distinguir los douars de montaña, que son las agrupaciones de casas de una sola planta que encontramos dispersas en toda la geografía marroquí; aunque no siempre es fácil reconocerlos, descubriremos los ksours o fortificaciones de implantación colectiva amuralladas con una sola puerta de entrada y en cuyo interior se asienta un trazado urbano compuesto por viviendas de dos plantas. También son admirables las kasbas diseminadas en el paisaje, estas son construcciones unifamiliares fortificadas de varios pisos donde tradicionalmente han vivido los jefes de las tribus. Al igual que los ksours, estas se encuentran ubicadas en los valles presaharianos y en los oasis.
Otro de los atractivos de Marruecos, dentro de lo que sería la arquitectura tradicional urbana, son las medinas de las ciudades históricas. Es habitual que la medina esté rodeada por una muralla y en este mundo interior se despliega un urbanismo jerarquizado alrededor de un núcleo urbano, donde se ubican los barrios comerciales y las artesanías, pero también plazas, mezquitas, palacios y barrios residenciales. Un entramado laberíntico de calles estrechas donde las casas tradicionales y los riads se abren hacia un patio interior, estos últimos convertidos en hoteles con encanto ofrecen una interesante oferta de alojamiento más tradicional.
No pasarán desapercibidas algunas edificaciones de carácter religioso como son las mezquitas y morabitos, ambas construcciones han desarrollado numerosas tipologías que inundan todo el territorio marroquí, tanto urbano como rural. La mezquita es el lugar de culto para los que profesan la religión islámica y a los que acuden los musulmanes cinco veces al día. El morabito son pequeños santuarios, a veces con cúpula, en cuyo interior se encuentra enterrado un wali o santo musulmán. Son edificios con cierto atractivo arquitectónico, a pesar de la simpleza y la austeridad que los caracterizan.

5. Calendario festivo de músicas y danzas

La cultura marroquí es heredera de un folklore rico y diverso, donde la música, la danza y todo tipo de festividades tradicionales y modernas, han generado un calendario festivo muy interesante.
A la religión popular marroquí o prácticas morabíticas se asocian los moussem, un peregrinaje colectivo que se celebra anualmente alrededor de la tumba de un santo o morabito. Muchos de estos moussem se han convertido en destinos obligados para muchos viajeros, debido al interés que han suscitado más allá de las fronteras marroquíes. Son muchas las tradiciones en las zonas rurales amaziges las que tienen como protagonista la música y la danza y que varían considerablemente según los lugares donde se originan. Existen numerosos ejemplos de celebraciones que originalmente tuvieron un carácter sagrado y que con el paso del tiempo y la trascendencia alcanzada han ido abandonando el contexto religioso para convertirse en una fiesta o festival popular.

Interior de un santuario

6. Sabor a especias

La cocina marroquí es sabrosa y muy condimentada, pues son las especias las protagonistas de casi todos los platos típicos. Es habitual cocinar en un recipiente de barro conocido como tajine, que ofrece múltiples variantes según los ingredientes con los que se elabore: carnes, pescados o verduras. En Marruecos existe una innegable cultura alrededor del pan, un producto que se vende en cualquier lugar y que la población compra en grandes cantidades. En las calles encontraremos puestos rebosantes de una gran variedad de panes elaborados a base de harinas de trigo, maíz o cebada. Otras muchas recetas marroquíes se hacen a partir de masas similares que dan como resultado sabrosas texturas como las de los msemen o pañuelos, los jeringos, khobz o baghrir que a nadie dejarán indiferentes. Los dulces y pastas son elaborados con frutos secos y miel y suelen ser acompañados de un té dulce a la menta, lo que pone rápidamente de manifiesto el gusto de los marroquíes por el exceso de azúcar. El cuscús es el plato de los viernes y es este día de la semana el más recomendable para pedirlo en los restaurantes. Los pinchos, la harira, la crema de guisantes, el cordero o el pescado fresco de sus costas completan la rica cocina tradicional marroquí.

 7. La experiencia del zoco

Tradicionalmente, el zoco fue un lugar de encuentro donde se intercambiaban noticias y se tomaban decisiones importantes respecto a la tribu. Era un espacio libre y protegido donde frecuentemente se solucionaban los conflictos. La mayoría de los antiguos zocos han superado el paso del tiempo y como antaño hoy continúan celebrándose una vez a la semana sin haber perdido el destacado papel social que históricamente han sustentado.
Todas las ciudades y pueblos importantes de Marruecos tienen al menos un zoco y los asentamientos más grandes tienen más de uno. Los zocos son mercados tradicionales donde la población acude para comprar todo tipo de productos, suelen establecerse un determinado día de la semana, mientras que los mercados realizan su actividad diariamente. En la actualidad, los zocos se han convertido en una atracción ineludible para el viajero, que es atraído por los colores, los aromas evocadores y el sentido general de lo exótico.

8. Un pueblo hospitalario

Marruecos es reconocido fuera de sus fronteras por ser uno de los países islámicos más tolerantes. Es un país seguro, pacífico y estable y su población es portadora de una cálida hospitalidad y una naturaleza cercana y afectuosa. Es habitual que los viajeros sientan a veces algunas miradas curiosas en lugares menos transitados pero un simple saludo bastará para iniciar una agradable conversación alrededor de un delicioso té. Rara vez el idioma será un impedimento para comunicarte con los marroquíes, la necesidad y otros muchos factores, como crecer hablando distintos idiomas, han hecho que el marroquí domine numerosas lenguas como el árabe, el amazige, el francés, el español y el inglés cuando menos.

9. Alojamientos en edificios tradicionales

Marruecos proporciona alojamientos para todos los presupuestos y niveles de comodidad. Es posible elegir entre diferentes alternativas: desde un hotel moderno a un alojamiento tradicional. Es muy recomendable pasar alguna noche en un riad, muchos de ellos han sido transformados en hoteles, con su pequeño patio interior y su fuente central suelen contar con un número reducido de habitaciones y un ambiente muy tranquilo. En las zonas rurales existen todo tipo de albergues, muchos de ellos construidos al modo tradicional con madera y adobe, al igual que las gîtes de montañas que, en muchas ocasiones, son casas particulares que acogen al viajero, permitiéndole conocer desde dentro las formas de vida de la población amazige.

10. Viajar con Tubqal Marruecos, piedra y arena

Pretendemos contagiar a todo el que nos acompañe el placer de viajar por Marruecos. Viajar en pequeños grupos permitirá vivir una experiencia más auténtica y relajada, favorecida por el trato personal y cercano con nuestro equipo. No cesamos en la búsqueda de nuevas rutas que nos diferencien, explorando lugares y diversos contextos que sorprendan al viajero que desee compartir una experiencia poco común en un Marruecos menos conocido.